Los futbolistas Ousmane Dembélé, David Beckham y Didier Deschamps, y los corredores Haile Gebrselassie y Merlene Ottey son solo algunos de los deportistas a quienes el doctor Orava ha ayudado a recuperarse de sus lesiones.
No hace mucho, un triatleta de Los Ángeles vino hasta Turku, una ciudad del suroeste de Finlandia, para ser operado. Tras intervenirlo sin éxito y por tres veces del músculo isquiotibial, los médicos en los Estados Unidos no habían logrado aliviar sus molestias.
Gracias a su visita a Finlandia el paciente pudo por fin recuperarse pero, por un error de la compañía de seguros estadounidense sobre la ubicación de la clínica, el pago de los honorarios del médico no llegaba. El cirujano en cuestión no era otro que Sakari Orava, que ahora ríe al recordarlo. «Se pusieron a mirar el mapa», dice, «y vieron que Turku estaba muy cerca de Rusia, ¡así que estaba convencidos de que esto era Rusia!».
Finalmente recibió su compensación, pero lo absurdo del malentendido subrayó una paradoja en la medicina deportiva moderna, y es que hay estrellas del deporte —con seguidores a lo largo y ancho del planeta— que están siendo tratadas por un cirujano, que es una estrella también, pero al que conoce relativamente poca gente.
Una carrera de más de 25 000 operaciones
Tampoco mucha gente ha oído hablar de Turku, una hermosa ciudad que cuenta con una catedral de 600 años de antigüedad, y que fue en tiempos capital de Finlandia. Sin embargo, todos “los que son” en el mundo del atletismo saben quién es Sakari Orava, y los atletas de élite no dudan en acudir hasta Turku para que él repare sus doloridos cuerpos.
Orava es uno de los mejores cirujanos de medicina deportiva del mundo, con más de 25 000 operaciones en su haber a lo largo de una carrera durante la que, entre otras cosas, ha sido médico del equipo de Finlandia en cuatro Olimpiadas de verano y ha trabajado 32 años como médico de la selección nacional de atletismo.
Varias publicaciones lo han bautizado como “el Dr. House de la medicina deportiva” por su habilidad para diagnosticar y corregir rápidamente problemas que otros profesionales no han sabido detectar. Sus colegas no dejan de maravillarse ante su talento para hallar respuesta a casos que llevan sin resolverse desde hace mucho tiempo. Sin embargo, el amable y modesto doctor no muestra tener ni una pizca de arrogancia.
«Como dios«, es la expresión que la corredora olímpica española Marta Domínguez utilizó en cierta ocasión para describir a Sakari Orava y ese toque que lo diferencia. Después de que en 2010 Orava le solucionase a David Beckham el desgarro que había sufrido en el tendón de Aquiles, el famoso jugador de fútbol lo elogió en las redes sociales. Los jeques de Oriente Medio acuden a él para que los opere. En 2010, Serbia envió un avión privado a recogerlo para que interviniese del tendón de Aquiles al entonces presidente, Boris Tadić, que se lo había desgarrado jugando al baloncesto con sus amigos.
Unos logros impresionantes
La larga lista de estrellas internacionales a las que Orava ha ayudado a regresar a las pistas es lo suficientemente impresionante como para que sus logros hayan colocado a Finlandia en el mapa mundial de la medicina deportiva, nada menos que en un puesto líder. «Aquí no soy el único médico que recibe pacientes extranjeros», dice. «La tradición es larga, desde los años 60».
Orava nació en la ciudad de Kokkola, en la costa oeste, en verano de 1945. Campeón de boxeo junior y entusiasta del judo, se llevó su pasión a la facultad de medicina de la Universidad de Oulu, y vio una oportunidad en especializarse, dado el inmenso apetito por los deportes que había en Finlandia.
Cuando los jugadores de hockey finlandeses empezaron a hacerse un sitio en la NHL, los equipos no tardaron en descubrir que un brillante y joven médico finlandés —que, encima, hablaba sueco, inglés, alemán, italiano y español— era capaz de solucionar lesiones que ellos, con todo su dinero y tecnología, no podían arreglar.
Unos años más tarde, la estrella finlandesa del hockey, Saku Koivu —que, por cierto, es de Turku— volvió a casa para que Orava le examinara la rodilla. Koivu estaba jugando en aquella época en los Montreal Canadiens y, ante la perplejidad del médico del equipo, Orava logró dar un diagnóstico y arreglar la rodilla del jugador.
Sakari Orava amplió su territorio abriendo clínicas en Roma y Barcelona, pero ahora, recién superados los 70 años, ya no ve pacientes fuera de Turku, su ciudad de adopción. De vez en cuando piensa en retirarse, pero sus colegas le piden que se quede, porque necesitan su consejo y sus hábiles manos.
Modestia y recuerdos
Como testimonio de su trabajo, una medalla de oro de la Liga de Campeones, obsequio de los médicos del equipo del Real Madrid, descansa en una de las estanterías de su oficina. Entre los recuerdos deportivos, hay un cuadro de una ardilla que le regaló un paciente anciano porque “orava” significa «ardilla» en finés.
El paciente no estaba seguro de si apreciaría el regalo, pero el doctor lo aprecia casi tanto como la medalla.
A pesar de su modestia, a Orava le irrita que a veces Finlandia no reciba el respeto que se merece como meca de la medicina deportiva. La historia del triatleta californiano es un ejemplo, como también lo es su trato ocasional con los médicos estadounidenses.
«Me dicen, “Si fueras americano y hubieras inventado todas esas cosas (en América), serías famoso y rico». Pero aquí no nos importa eso. La gente llama y nos dice, “Lo he intentado en mi país, pero nadie quiere operarme. ¿Puedo ir a Finlandia?».
Y eso es lo que hace todo el mundo.
Por Michael Hunt, febrero 2018