El arte de la segunda Bienal de Helsinki alarga el verano e inspira a quienes la visitan.

Nos embarcamos en el transbordador que conecta la exuberante isla de Vallisaari con Helsinki para visitar la Bienal 2023 y charlar con un par de artistas. (Al final del artículo encontrarás muchas más fotos).

¿Qué representa una bienal? Como todo acontecimiento artístico, ofrecer a los ciudadanos y a los visitantes nuevas perspectivas y puntos de vista, pero con el formato más concentrado de un festival. En total, son 29 los artistas y colectivos artísticos de todo el mundo que exponen en la segunda Bienal de Helsinki.

La exposición, titulada New Directions May Emerge (Podrían abrirse nuevos rumbos), se desarrolla en 16 puntos de la pintoresca isla de Vallisaari, frente a la costa de la capital finlandesa (hasta el 17 de septiembre de 2023). Otras obras estarán disponibles hasta el 22 de octubre en el HAM (Museo de Arte de Helsinki) y en diversos espacios de la ciudad. Algunas de las obras están online o cuentan con elementos relacionados en línea.

Los eventos culturales se multiplican y benefician también a las empresas y a la sociedad en su conjunto. Con motivo de la inauguración de la Bienal, el alcalde de Helsinki, Juhana Vartiainen, declaró ante la prensa: “Una ciudad no puede ser interesante y atractiva si no posee una vida cultural vibrante y diferenciada”. El arte y la cultura son “esenciales para… captar nuevos talentos y atraer la actividad empresarial a la ciudad”.

Visiones en el túnel

Material de colores sobre una repisa larga y estrecha fijada en un muro de piedra.

The Plastic Horizon (El horizonte de plástico), de Tuula Närhinen, se compone de restos de plástico arrastrados hasta la costa por las mareas. (Para ver la obra con más detalle, visita el pase de diapositivas).
Foto: Peter Marten

El nombre de Vallisaari (isla de los baluartes) hace referencia a sus antiguas fortificaciones militares, muchas de las cuales se remontan al siglo XIX. Varias de las exposiciones de la bienal se ubican en las espaciosas cámaras en forma de túnel que albergan las murallas.

Una de ellas, The Plastic Horizon (El horizonte de plástico), de la finlandesa Tuula Närhinen, consiste en una repisa baja y estrecha llena de trozos de plástico que la artista recogió en las orillas de la Harakan saari (Isla de las Urracas), cercana a Helsinki y donde ésta tiene su estudio. Retazos de materiales, fragmentos, envoltorios de caramelos, tapones de botella, mascarillas de la época de la Covid y juguetes aparecen ordenados por colores a todo lo largo de la repisa, dando lugar a un arco iris que, si bien atrae la mirada desde lejos, se vuelve repugnante al acercarse, cuando el espectador se da cuenta de que no se trata más que de una colección de basura.

Närhinen señala que esta sorprendente cantidad de deshechos plásticos, recogidos en una isla mínima, representa una fracción minúscula de la contaminación humana total. Al igual que los colores atraen al público, también atraen a las aves y a la fauna marina, que a menudo mueren tras ingerir el plástico.

Registros atmosféricos

En una pared hay colgados grupos de papeles color azul oscuro sobre los que aparecen impresas unas formas blancas.

Las cianotipias de Tuula Närhinen reproducen las siluetas blancas de los objetos encontrados por la artista en el río Támesis de Londres durante la marea baja.
Foto: Kirsi Halkola/Helsinki Biennial

En tierra firme, el HAM alberga otra de las instalaciones de Närhinen, Deep Time Deposits (Depósitos profundos del Tiempo), en la que dos largas paredes están llenas de hojas de papel colgadas en grupos. Las hojas son azules, salvo por unas formas blancas y dispersas impresas en ellas. Las estanterías que las acompañan contienen los objetos que dieron lugar esas formas: fragmentos de vidrio y cerámica, conchas marinas, piezas de rompecabezas, restos de herramientas metálicas y clavos, y otros restos flotantes, como una pinza de cangrejo.

El proceso creativo obligó a la artista a recorrer las llanuras de marea del río Támesis de Londres, en una actividad llamada mudlarking. Allí encontró “objetos muy diferentes” a los de Finlandia, afirma. “Estos objetos son más pesados. Están enterrados en el barro, que se erosiona cuando la corriente fluvial arrastra los materiales del suelo”.

Närhinen salió a buscar en el cieno durante más de un mes y utilizó los restos encontrados para crear unos cianotipos –impresiones en papel realizadas mediante un proceso fotográfico– y registrar los objetos en forma de siluetas blancas sobre un fondo azul intenso. También se exponen todas las botellas, bandejas, guantes y demás material que la artista utilizó para llevar a cabo el proyecto, de modo que el espectador no solo ve el resultado de este, sino todo el proceso implicado.

El color azul simboliza de manera inmediata el medio acuático, y las formas blancas muestran lo que la Närhinen ha eliminado. Además, expuso los grabados al sol y la lluvia, convirtiéndolos en “un registro atmosférico de la ‘carga antropogénica’ del río”, tal como se explica en el catálogo de la exposición.

Renos, hielo y brasas

Una pantalla cuadrada muestra dos imágenes al mismo tiempo: un molino de viento y una manada de renos.

En el vídeo Oikos, de Matti Aikio, se superponen las imágenes de una manada de renos en movimiento y una turbina eólica que no para de girar.
Foto: Kirsi Halkola/Helsinki Biennial

En otro de los túneles de Vallisaari se reproduce un vídeo en una pantalla cuadrada. La tomas, de larga duración y que a veces se superponen apareciendo en pantalla de dos en dos, muestran la niebla que se eleva de una cordillera, una manada de renos en movimiento y pastando, media docena de turbinas eólicas girando, una motonieve atravesando el paisaje y la luz del sol refractándose en forma de halos.

El nombre de la obra, Oikos, es una palabra del griego antiguo que significa “familia” u “hogar”, la cual dio origen al prefijo “eco” tal como lo utilizamos actualmente en palabras como “ecología” o “economía”.

Casi al final del vídeo, se ve lo que parecen bolsas de aire bajo el hielo de la orilla de un lago. Poco a poco van apareciendo brasas encendidas, que también parecen estar bajo el hielo. Después, la imagen se desvanece lentamente en la oscuridad.

El artista, Matti Aikio, filmó las imágenes de los renos en una zona donde sus antepasados llevan pastoreando renos desde hace más de 100 años. “Mi madre es finlandesa y mi padre es sami”, nos explica a la luz del sol en el exterior de la galería. Los sami son el pueblo indígena cuya patria está dividida en cuatro áreas por las fronteras de Finlandia, Suecia, Noruega y Rusia. El pueblo de su padre se llama Vuotso (Vuohčču, en lengua sami septentrional), y está situado cerca del Parque Nacional Urho Kekkonen, en el extremo norte de Finlandia.

Las montañas que aparecen en el vídeo pertenecen a Noruega y a Finlandia, y los molinos de viento están situados en Fosen, una región cercana a Trondheim, en Noruega. (En el momento de escribirse el presente artículo, prosigue el litigio sobre los parques eólicos en esa zona, a pesar de que un tribunal dictaminara hace mucho tiempo que estos interferían con los derechos de los pastores de renos sami).

Las imágenes perduran

Una pantalla cuadrada muestra al mismo tiempo las imágenes de las brasas de una hoguera y unas bolsas de aire bajo el hielo.

Casi al final del vídeo de Aikio, pueden verse brasas y fuego tras un plano de bolsas de aire bajo una superficie helada.
Foto: Kirsi Halkola/Helsinki Biennial

“Un aspecto importante de los temas con los que trabajo es también la relación con el tiempo, y por eso he querido utilizar imágenes muy largas y persistentes, con cambios lentos”, explica Aikio. “La relación con el tiempo está muy relacionada con la relación con la naturaleza. ¿Cómo nos relacionamos con el tiempo, como algo lineal o cíclico, o como algo más?”.

Y aventura: “Todo tiene que suceder cíclicamente en este planeta. Es la única forma de vivir dentro de los límites del ecosistema”. Esto contrasta con la forma en que funciona gran parte del mundo actual, en el que las sociedades consumen recursos sin tener suficientemente en cuenta el futuro.

El conflicto sobre los molinos de viento es un ejemplo de la complejidad y las ramificaciones de la crisis climática, para la que “no hay una respuesta fácil”, dice Aikio. “Pero la respuesta más sencilla es que todos tenemos que ir más despacio. Si pasáramos más tiempo durmiendo y pensando, y menos haciendo cosas destructivas, tendríamos tiempo para pensar en las consecuencias reales de nuestros actos”.

Una buena forma de reducir el ritmo es dedicar más tiempo a contemplar arte, a lo mejor incluso en una isla cercana a Helsinki.

Más imágenes de la segunda Bienal de Helsinki

Por Peter Marten, agosto de 2023