Cuando Shekeba Ahmadi llegó al centro de acogida de Oulu, en el norte de Finlandia, no llevaba más que lo puesto, un teléfono y su pasaporte. Llegar al aeropuerto de la capital afgana y salir de su país fue una angustiosa odisea, teniendo incluso que atravesar Kabul por los canales del alcantarillado.
Ahmadi pertenece a la etnia hazara, muy perseguida por los talibanes. Al haber sido empleada de la Embajada de Finlandia en Kabul, formó parte de un grupo de más de 400 afganos que, gracias a la ayuda de las Fuerzas de Defensa finlandesas, pudieron ser evacuados a un lugar seguro.
Crear nuevos cimientos
Ahmadi ha querido compartir su historia con nosotros en un café del centro de Helsinki, la ciudad que desde hace un año ella denomina “mi hogar”.
“Asentarme aquí ha sido un gran estímulo, pero también un reto”, dice. “Los primeros días fueron duros. Tenía unas pesadillas horribles, así que traté de centrarme en reconstruir activamente mi vida”.
Tras enviar su currículum a muchos sitios, consiguió unas prácticas en la CMI, una fundación dedicada a la mediación para la paz, que fue creada por Martti Ahtisaari, Premio Nobel de la Paz y expresidente de Finlandia. También fue admitida en el Programa de investigación sobre Paz, Mediación y Conflictos de la Universidad de Tampere, pero ha aplazado los estudios mientras sigue trabajando en la CMI.
“Me ayudó una maravillosa trabajadora social, que me encontró un apartamento en el norte de Helsinki. He trabajado duro para ganarme todo lo que tengo en mi pequeño nido”, nos cuenta.
Arquitecta de su propia vida
Finlandia no es la primera experiencia que Ahmadi ha tenido en cuanto a empezar su vida desde cero. Cuando era niña, durante el primer régimen de los talibanes, su familia se vio obligada a huir a Pakistán.
Ahmadi recuerda la impresión que para ella supuso ver a las niñas pakistaníes con sus uniformes escolares, ya que fue un momento inspirador que la llevó a apasionarse por lograr ella también una educación.
“Fui criada por una madre soltera y fuerte, que siempre me dijo que tenía que ser la arquitecta de mi propia vida”, afirma. Siendo adolescente, Ahmadi se dedicó a dar clases particulares a estudiantes más jóvenes, para poder pagarse los estudios.
Shekeba Ahmadi comenta que el logro que más orgullosa le hace sentirse es haber sido la primera de su familia en obtener el título de bachillerato. Tras completar una licenciatura en Política, Filosofía y Economía en Bangladesh y trabajar en Singapur, regresó a Afganistán en 2019 para trabajar.
“Echo mucho de menos la atmósfera vibrante de aquella época, cuando me reunía con amigos de diferentes orígenes para imaginar un nuevo Afganistán”, dice, y su voz se hace más queda al añadir: “Ahora parece que allí se me han cerrado todas las puertas”.
Un oasis de igualdad
Aunque está agradecida por su nuevo hogar, ni un día deja de darle vueltas a las penosas dificultades por las que están pasando los que se quedaron atrás.
“Muchas cosas que en Finlandia se dan por sentadas, a los recién llegados como yo nos parecen unos privilegios increíbles, por ejemplo la educación gratuita, el sistema sanitario, el aire puro y el agua limpia. En Afganistán, tenemos que comprar el agua potable embotellada”.
Como testigo de los límites extremos que los talibanes han impuesto a los derechos de las mujeres, Ahmadi aprecia especialmente la igualdad de género que impera en Finlandia.
“Conocer a tantas mujeres independientes, fuertes y valientes en Finlandia, que hacen casi todo por sí mismas, es para mí una fuente de inspiración”, afirma. Finlandia suele situarse sistemáticamente en los primeros puestos, o muy cerca de ellos, en los estudios internacionales que evalúan la igualdad de género y los derechos de la mujer.
Libertad educativa para todos
Recientemente, Ahmadi fue ascendida al puesto de asistente de proyectos en el equipo de Mujeres en la Construcción de la Paz de la CMI. Su nuevo papel es el de servir de enlace con el Foro de Mujeres Líderes Afganas, una red que trata de garantizar la inclusión de las mujeres afganas en el diálogo político.
“Todas las mañanas me levanto feliz de poder aportar algo positivo en un trabajo que está tan en consonancia con mis valores personales”, dice.
¿Qué piensa Ahmadi que debería hacer la comunidad internacional ante la persecución sistemática de los talibanes?
“La solución tiene que ir más allá del mero apoyo humanitario”, afirma. “Lo primero de todo, habría que poner en marcha mecanismos de vigilancia para tener un registro de los crímenes de guerra y las violaciones de los derechos humanos. Y todos los líderes talibanes deberían estar bajo la prohibición total de viajar”.
Y prosigue: “Además, los refugiados afganos deberían tener garantizado el derecho a que sus solicitudes de asilo sean tramitadas de manera justa y rápida”.
Le preguntamos por sus esperanzas personales para el futuro, y Ahmadi responde que quiere vivir en un mundo en el que las mujeres no tengan que luchar para conseguir derechos que, al fin y al cabo, son básicos.
“Y las niñas no deberían tener que luchar para poder ir a la escuela”, concluye.
Por Silja Kudel, noviembre de 2022