Comparten su color marrón y los finlandeses los consideran los dos manjares por excelencia de la Semana Santa. En el caso del mämmi, su existencia abarca cientos de años de historia, mientras que la de los huevos Mignon se remonta tan solo a un siglo y cuarto.
Desde que en 1896 el confitero finlandés Fazer comenzara a fabricar los huevos Mignon, quedó claro que era imposible no enamorarse de ellos. Aunque mucha gente se refiera sencillamente a ellos como “huevos de chocolate”, técnicamente su relleno no lo es, sino que se trata de nougat, una suave mezcla de cacao, almendras y avellanas que no lleva leche. En el caso del mämmi —una sustancia que recuerda al pudín y se confecciona con malta y harina de centeno— nos hallamos ante un alimento del que no resulta fácil enamorarse, especialmente si uno no es finlandés.
A Fazer le gusta decir que sus huevos Mignon (cuyo significado es “lindo” o “mono” en francés) están hechos a mano. La empresa utiliza cáscaras de huevo reales, que van rellenas de una mezcla de cacao licuado que luego se solidifica. Esa es la parte que se hace a mano, sosteniendo bajo un grifo las cáscaras de huevo de una en una, algo que inmediatamente parece trasladarlo a uno a la factoría de Willy Wonka. Los huevos se empaquetan también manualmente, para evitar que se rompan.
No, los huevos de Fabergé no se comen
Cuenta la leyenda que el zar Nicolás II fue uno de los primeros admiradores que se conocen de los huevos Mignon, y que los incorporó a las tradiciones de la Pascua en su corte de San Petersburgo. Hoy en día, Fazer produce más de un millón y medio de huevos cada año, los suficientes para poder llenar 23 camiones. Para los empleados que se ocupan de su relleno y almacenamiento, la temporada empieza en noviembre y acaba en marzo.
Para comerse un Mignon hay que pelarlo como un huevo duro, dejando poco a poco al descubierto su dulce, redondo y sólido relleno de nougat. En una familia finlandesa que conocemos, el padre solía decirles a los niños que las cáscaras de los Mignon eran realmente de azúcar, aunque no lo son, a excepción del azúcar sólido que tapa el agujero por el que se rellenan. El muy bromista se comía hasta la cáscara para probar que lo que decía era cierto.
Y si te gusta decorar, teñir o pintar huevos de Pascua, los Mignon son lo mejor: no hay que cocerlos ni vaciarlos, no huelen mal, duran más y —seguro que estarás de acuerdo— están mucho más ricos que los huevos normales.
No puede ser más nutritivo
La atracción por el mämmi es más difícil de explicar, pero digamos que se trata de un alimento realmente nutritivo. Su consistencia espesa —entre la de la masa del bizcocho y la de las galletas— se adapta a las múltiples “emes” de su nombre, que hacen que los labios se adhieran entre sí al pronunciarlo. Dicho en sueco —el otro idioma oficial de Finlandia—produce el mismo efecto: memma.
El mämmi tiene un sabor agradable, pero a simple vista se asemeja a… Realmente no hay una buena manera de decirlo, así que vamos a dejarlo en que sabe mejor de lo que parece. La gente a menudo echa nata sobre su mämmi y lo espolvorea con azúcar, algo que mejora aún más su sabor, aunque no su apariencia.
Al tratarse de una invención puramente finlandesa, por lo general el mämmi solo se puede comprar en Finlandia y Suecia, donde algo más de medio millón de personas —casi un 5% de la población— es de ascendencia finlandesa. Hay un producto parecido, llamado samanu, que se confecciona mediante un proceso similar, pero con trigo en lugar de centeno, y que está asociado con el Nowruz, la celebración persa del Año Nuevo, que tiene lugar en marzo.
Y para aquellos que valoran la antigüedad, la tradición del mämmi se remonta como poco al s. XVII, aunque posiblemente ya existiera en el s. XII. Se preparaba en un horno, pero se podía guardar en frío durante muchos días, cosa que lo hacía perfecto para el Viernes Santo, día en que la costumbre prohibía encender fuego y cocinar alimentos.
El mämmi es además saludable, ya sea antes de agregarle nata y azúcar, o incluso después de agregárselas. Es rico en proteínas y fibra de centeno: dependiendo de la receta, contiene aproximadamente un 5% de proteínas y un 8% de fibra. También contiene una gran variedad de minerales y vitaminas B.
El mämmi en sus muchas manifestaciones
Durante la temporada de Semana Santa son varias las marcas de mämmi disponibles en todas las tiendas, generalmente envasadas en bandejas desechables de unos 500 gramos, aunque se presente como se presente, no despierta el mismo sentimiento de ternura que los huevos de chocolate, un detalle que no ha impedido que los finlandeses estén dando rienda suelta a su creatividad en forma de postres a base de mämmi, platos y bebidas. Con solo un vistazo a los blogs y tiendas de comestibles finlandesas, uno puede encontrar mämmi de bayas, mämmi de patata, de café, de vainilla, bandejas de postre de mango con mämmi, yogurt de mämmi, helado de regaliz y mämmi, pastel de queso con mämmi, bollos con crema de mämmi, pastel de crema de limón y mämmi, pastel de chocolate y mämmi, mousse de mämmi, parfait de mämmi y naranja, además de varios tipos de pan, por no mencionar la cerveza negra de crema de mämmi.
Aunque hay finlandeses que no soportan el mämmi, en cualquier caso a la mayoría parece gustarle, al menos una vez al año. Para los recién llegados que están disfrutando de su primera Pascua finlandesa, el mämmi representa una especie de rito de paso. Hay que probarlo primero para, según los casos, poder criticarlo, defenderlo, o simplemente reservarse la opinión.
Los finlandeses consumen más de 1,7 millones de kilos de mämmi al año, la mayor parte durante y alrededor de la Pascua. Esto significa más de un kilo de mämmi por cada huevo Mignon vendido. Y nos asalta una duda: ¿se le habrá ocurrido ya a alguien fabricar huevos de Pascua rellenos de mämmi? De ser así, el éxito está garantizado, al menos en Finlandia.
Por la redacción de ThisisFINLAND