¿Qué se te pasaría por la cabeza si docenas y docenas de camiones de caja abierta circularan lentamente en caravana por tu ciudad, todos ellos repletos de estudiantes adolescentes, en su mayoría disfrazados, vociferando y lanzando puñados de caramelos a los asombrados espectadores que los contemplan desde las aceras?
Pues eso es precisamente lo tiene lugar cada año en las ciudades finlandesas, un jueves a mediados de febrero, cuando los estudiantes de tercer y último año de instituto acaban las clases y comienzan la pausa para estudiar antes de los exámenes finales. La pausa dura de cuatro a seis semanas, dependiendo del número de asignaturas de las que se examinen. Pero antes de hincar los codos, se van de fiesta. El adjetivo que suele usarse para describir el evento es “carnavalesco”.
Se trata de los penkkarit, palabreja que sería la abreviatura en finés de penkinpainajaiset. Por si todavía no lo entiendes —¿por qué ibas a entenderlo?— , imagínate un banco (penkki, bänk), como su nombre indica. Podría ser un banco de la escuela, o el asiento de un tren que sale de la ciudad rumbo a unas vacaciones para estudiar. Si lo preguntas, la información será diferente, dependiendo de la persona, pero todo lo que realmente necesitas saber — lo que la mayoría de la gente sabe—, es que se trata de una fiesta.
Un rito de gran importancia
Parece ser que la tradición tuvo su origen en Helsinki y poco a poco fue extendiéndose al resto de Finlandia. Los cálculos acerca de su origen varían, pero al parecer se remonta a principios del siglo XX, si no antes. En aquellos tiempos los estudiantes solían pasear por la ciudad en un trineo tirado por caballos. Después de la Segunda Guerra Mundial la costumbre se extendió, y fue cuando entraron en escena los caramelos y el ambiente carnavalesco.
¿Pero por qué los penkkarit son tan importantes? Después de todo, los jóvenes aún no han terminado el instituto y les queda pasar los exámenes de reválida.
Es un hito importante, algunos incluso podrían decir que un rito de paso. Aunque los exámenes penden sobre sus cabezas cual espada de Damocles, estas chicas y chicos son —en fin…— casi adultos, ¿o no? Nunca más tendrán que asistir a una clase en el instituto. Tienen 18 o 19 años y llevan mucho tiempo esperando que llegara este día.
Mientras la juventud recorre la ciudad riendo, gritando y lanzando caramelos, mezclados entre los espectadores, los niños más pequeños se apresuran a recoger las golosinas pensando, tal vez: “¡Un día yo iré subido ahí arriba!”.
¡Un momento! ¿Y si resulta que nos hallamos ante el secreto del éxito del famoso sistema escolar finlandés? ¿Y si al final todo se basa en inculcar el entusiasmo en los alumnos desde la más tierna infancia? (La zanahoria suele funcionar mejor que el palo).
Un baile como los de antes
Muchos institutos publican reportajes en vídeo de la gala de segundo curso. Los estudiantes llevan a cabo bailes de salón, así como alguna coreografía moderna con música pop, que suele ser el colofón de la fiesta.Vídeo: Instituto de Tapiola
Mientras tanto, volviendo al instituto, un tercio de su población estudiantil desaparece de repente. Los del segundo curso, que no pierden el tiempo, tardan nada y menos en celebrar que ahora ellos pasarán a ser la nueva aristocracia de la escuela, y al día siguiente dan un elegante baile para ellos y sus padres.
Se trata de Vanhojen tanssit, literalmente el Baile de los Viejos, una tradición casi tan antigua como la de los penkkarit. Los estudiantes de segundo año anuncian que son los estudiantes más antiguos del instituto.
Aunque el nombre también vaya a tono con la vestimenta a la antigua que en otros tiempos los participantes solían llevar para el baile, seguramente hoy en día la mayoría de los vestidos son más brillantes y llamativos de lo que la gente hubiera podido imaginar cuando comenzó la tradición.
En muchos casos los estudiantes llevan meses ensayando, aprendiendo el vals vienés, el foxtrot u otros venerables bailes, por no hablar del tango, que ocupa un lugar especial en los corazones finlandeses y también en la cultura. Tampoco suele faltar algún que otro baile folclórico tradicional y, como colofón, muchos cursos también llevan a cabo coreografías con música pop.
Los padres acuden para verlos y aplaudirles, y luego es el momento de disfrutar de una cena de lujo.
Todas estas fiestas —y no olvidemos todo el trabajo académico, por supuesto— son parte integral, pasos en el camino que lleva a estos jóvenes a ser merecedores de la famosa gorra blanca con borde de charol negro, la llamada «gorra de estudiante». Esa gorra significa esfuerzo, significa que uno se ha graduado, pero esa es una historia que les contaremos en otro momento. La fiesta aún no ha terminado.
Por Peter Marten, febrero de 2019