¿Cómo se ve Finlandia cuando uno puede combinar el conocimiento de una persona enterada con la perspectiva que proporciona vivir fuera de ella?
Cinco reporteras finlandesas nos cuentan qué les gustaría traerse a Finlandia de los países en los que han vivido y trabajado, y qué llevarían de Finlandia a esos países. Y no nos referimos al pan de centeno finlandés, sino que queremos que lleven la conversación un paso más allá. Sus historias son entretenidas a la par que reveladoras.
Cordialidad natural
Paula Vilén es corresponsal de Yle —el ente de radiodifusión finlandés— en Washington D. C. (Estados Unidos).
De los Estados Unidos tengo muy claro que me llevaría a Finlandia la amabilidad natural de los estadounidenses. La vida es mucho más placentera cuando te reciben con una sonrisa y puedes charlar con desconocidos en la parada del autobús, o en una cafetería. Claro, esto hace que los Estados Unidos sean el paraíso para una periodista deseosa de hablar sobre todo tipo de temas con la mayor cantidad posible de gente.
Los americanos llevan impresa en su ADN la capacidad de hacer que los encuentros cotidianos sean sencillos y alegres. Utilizan con frecuencia las palabras “hola”, “gracias” y “disculpe”, y tienen esa habilidad especial, un gen, para recordar cómo te llamas y usar tu nombre cuando hablan contigo. Esto te hace sentir especial y bienvenida. Hay quien dirá que todo eso es artificial, pero aunque lo fuera, lo seguiría prefiriendo a la fría indiferencia.
El mejor regalo que Finlandia debería ofrecer a los EE. UU. sería esta forma que tenemos de hacerlo todo de manera eficiente y organizada. A un finlandés le cuesta entender por qué cosas tan sencillas y simples como registrar un automóvil pueden requerir tanto tiempo y burocracia. En Finlandia probablemente encontrarás la forma de hacerlo a través de Internet, y eso es todo.
Y para todas las mujeres y familias estadounidenses, me gustaría que Estados Unidos siguiera un camino parecido al de Finlandia en lo que respecta a las políticas de baja por maternidad y paternidad. Las americanas se quedan boquiabiertas cuando les hablo sobre lo generosas que son las políticas de licencia por maternidad en Finlandia. La sociedad estadounidense —que tanto valora a las familias y ama a los niños— lleva en sí una extraña contradicción, al no satisfacer mejor las necesidades de las familias. ¿De verdad es necesario hacer uso de la baja por enfermedad y las vacaciones para poder quedarse en casa con un bebé recién nacido? ¿En serio?
Diferentes conjuntos de habilidades
Heidi Lipsanen ha sido corresponsal interina en Brasil para Yle —el ente de radiodifusión finlandés— en dos ocasiones, y conoce el país desde la década de los 90.
Los brasileños son unos diplomáticos consumados, con unas habilidades sociales innatas: son maestros en romper el hielo y evitar el conflicto. Serpentean con gran creatividad a través de las situaciones desafiantes “encontrando un camino”, como dice la expresión brasileña.
La palabra portuguesa que se usa para esto es jeito, “camino”, o en diminutivo: jeitinho. Este rasgo es atractivo y peligroso a un tiempo.
Atractivo, porque esa fe en encontrar una solución hace de los brasileños unos eternos optimistas. A pesar de la capacidad que tienen para ironizar sobre sí mismos, pesada, pero humorística, es fácil socializar con ellos.
Peligroso, porque esa actitud se convierte fácilmente en caldo de cultivo para el trapicheo.
En estos últimos tiempos, el nombre de Brasil se ha asociado más a menudo a la cultura de la corrupción que al encantador optimismo de sus gentes. Sin embargo, este último rasgo podría ayudarnos a los finlandeses, que somos algo serios, a ver el mundo como un lugar más alegre. El optimismo aumenta la creatividad y garantiza el éxito en las situaciones sociales, algo que podría ayudar a derretir la tendencia finlandesa hacia la rigidez.
Por suerte, la actitud positiva de los brasileños es contagiosa. Cuando vuelvo a casa desde Brasil, el optimismo me dura un tiempo, hasta que el invierno llega, poniéndole a la vida un toque de melancolía. Sin embargo, esa actitud meditabunda puede resultar confortable durante el frío invierno finlandés.
De regreso en Brasil, hay momentos en los que me siento especialmente nostálgica y echo en falta el estilo de vida finlandés. Uno de esos momentos es cuando tengo que cruzar la calle y echo de menos la cortesía de los conductores finlandeses, algo que en Brasil brilla por su ausencia.
Una señora finlandesa que vivió en Brasil al mismo tiempo que yo, analizó en cierta ocasión la cultura brasileña según la forma en que conducía la gente, y sacó algunas conclusiones interesantes. Me dijo que los brasileños eran educados, siempre que hubiera contacto cara a cara, pero que cuando estaban detrás de un volante o al teléfono, se despojaban de sus habilidades sociales.
Un poco de la paciencia y el sentido de la responsabilidad de los finlandeses podría hacer que la vida fuera más agradable para los peatones, al tiempo que ayudaría a controlar los accidentes de tráfico incontrolados en un país donde el automóvil es el rey.
Unos apuntes básicos
Katriina Pajari es la corresponsal para China y Asia del diario Helsingin Sanomat, el de mayor tirada de Finlandia.
Aquí va un pensamiento que me viene a la cabeza casi todos los días: “Si los chinos supieran hacer cola como los finlandeses…”.
Por supuesto, estoy exagerando para llamar la atención sobre este punto. En China hay gente que sabe hacer cola, y por supuesto hay finlandeses que no saben guardarla. Pero aún así, apuesto a que podría enriquecerme importando a China esta habilidad para su comercialización.
Y no se trata solo de hacer cola. Parece que los finlandeses nacen con el orden programado, mientras que los chinos es como si fueran exactamente lo opuesto.
En China se trata de la supervivencia del más apto, ya sea cuestión de hacer cola en el banco, en la frutería, para ir al servicio, o en el control de seguridad de un aeropuerto. En cuanto haya el más mínimo hueco delante de uno, aunque se trate de un hueco que en Finlandia no merecería ni ese nombre, pueden estar seguros de que varias personas intentarán colarse por él.
En las piscinas finlandesas la gente nada siempre por las calles del lado derecho. Aquí en China siempre habrá alguien nadando por la derecha, otra persona por la izquierda, otra nadando en perpendicular a las calles, y otra flotando tranquilamente en el medio.
Cuando iba al banco, me levantaba temprano para no hacer cola. Aunque siempre era la primera en llegar a la puerta, resulta que para cuando conseguía el turno me tocaba el número 17, porque los lugareños se me colaban. Todavía no me explico cómo podía suceder.
No creo que la gente se cuele con mala intención. Ni siquiera creo que se den cuenta de que lo hacen. Es solo que están acostumbrados a lidiar con semejante cantidad de gente, que tienen que ser decididos y saber cuidar de sí mismos.
Me parece que los finlandeses podrían aprender de los chinos cómo mantener la calma cuando uno está entre la multitud, sin ponerse histérico. O cómo bailar en un parque, dormir en un ciclomotor aparcado, o entablar conversación con los hijos de alguien. Esas son las cosas de China que me encantan.
Ser espontaneo no es tan fácil
Iida Tikka es reportera internacional de Yle, el ente finlandés de radiodifusión.
Durante los últimos cuatro años he vivido en Rusia por periodos intermitentes, primero estudiando y luego trabajando como periodista. Cada vez que me mudo, acabo volviendo, aunque la vida en Rusia no siempre sea tak prosto (tan fácil), especialmente para una periodista. Vivir aquí significa luchar con burócratas, aprender a rehacer rápidamente todos tus planes en cuanto aparece un obstáculo, y aprender a sobrellevar días enteros con poco o ningún descanso.
Y sin embargo, Rusia me atrae como un imán.
La razón es muy simple: en Rusia se respira una espontaneidad que Finlandia no puede ofrecer. En Rusia no hay manera de saber lo que puede pasarte durante el día. Lo mismo puedes terminar en la cocina de un extraño discutiendo las políticas culturales de la Unión Soviética con un grupo de gente desconocida, como en una cabaña fuera de la ciudad, en la sauna de los abuelos de un amigo… Cualquier cosa, vamos.
Esa posibilidad de la espontaneidad imprevista en el día a día es algo que me gustaría traerme de Rusia a Finlandia, el país donde algunos de mis amigos me sugieren que use Doodle —una aplicación pensada para organizar reuniones— para reservar el momento ideal para tomar un café con ellos.
Resulta irónico que lo que a Rusia le falta es lo que a Finlandia le sobra: capacidad de planificar. Ello afecta a todo, por ejemplo, a cómo se construyen las ciudades. He visitado ciudades en Rusia donde los suburbios se han construido en medio de la nada, sin plan alguno sobre cómo deberían estar conectados a la ciudad. Y mejor no hacerme hablar de las escaleras de muchos edificios: está claro que algo tan simple como construir una escalera con escalones uniformes es, por lo visto, una tarea impensable e imposible. Con tan solo un poquito de planificación podrían y deberían haberse resuelto muchos de estos problemas de infraestructura.
Así que la mentalidad finlandesa de planificarlo todo de principio a fin, es lo que sin duda me traería a Rusia.
Creatividad “hágalo usted mismo”
Heidi Liekola es reportera y editora de TV, web, y medios sociales del ente sueco de radiodifusión pública en Estocolmo.
Han pasado 20 años desde que me mudé de Finlandia a Suecia, nuestra amada y al mismo tiempo insufrible vecina. Aunque, a primera vista, Suecia y Finlandia son bastante similares, al cabo del tiempo una empieza a echar de menos muchas cosas que no se pueden facturar en el vuelo de una hora que separa ambos países, o ser embarcadas en uno de los cruceros nocturnos que hacen la ruta entre Helsinki y Estocolmo.
Una de ellas es la mentalidad finlandesa del “hágalo usted mismo”. Para mí, se trata de una combinación de creatividad, tradición y contexto social. Tan simple como esto: cuidar de las cosas en lugar de comprar otras nuevas, o adquirir las que se ponen de moda, simplemente porque los demás las tienen.
La mentalidad finlandesa del “hágalo usted mismo” tiene también que ver con ser lo que uno desea ser. Es una cuestión de individualidad, es el coraje de atreverte a seguir tu propio camino y, como no, también una cuestión de extravagancia. Me refiero a que, ¿a quién, sino a un finlandés, podría ocurrírsele hacer su propio vodka de salmiakki? Se trata de hacer grandes cosas sin hacer un número de ello.
Aunque en realidad, creo que los finlandeses deberían hacer un número, de eso y de sí mismos. Esto es algo que está empezando a verse últimamente, pero con todo y con eso, Finlandia debería considerar que sería bueno importar la mentalidad sueca de colaboración para lograr el éxito.
Cuando la moda de la masa madre alcanzó su punto álgido en Estocolmo, y no paraban de abrirse panaderías nuevas por todas partes, una de ellas tuvo la iniciativa de ofrecer un “hotel” para que los panaderos aficionados depositaran en él su masa madre. Salió en todos los medios: la gente podía dejar allí su masa fermentada para que se la cuidaran durante las vacaciones, con lo cual la panadería logró una buena publicidad. El éxito atrae al éxito, y los suecos tienen la capacidad de colaborar para lograrlo.
Se me ocurre una idea que valdría la pena probar: a lo mejor la receta para impulsar el “hágalo usted mismo” finlandés al siguiente nivel —y recuerda que aquí fue donde lo leíste primero— sería contratar a uno de esos suecos que saben lo que significa “vestir para el éxito” las buenas ideas.
Diciembre de 2017