Tras una vigorosa caminata siguiendo el curso de un riachuelo de aguas bravas, asciendo por encima de la línea del bosque, dejo atrás un collado entre dos montañas, y me interno en lo que me parece el paraíso.
Me encuentro en el gran valle que rodea el Ailakkajärvi, un lago de varios kilómetros de extensión situado en la Laponia finlandesa, región que abarca el tercio norte del país. A lo lejos, en la orilla norte, se divisa un pequeño edificio. Cuando los días son claros, se puede distinguir cualquier elemento del vasto y abierto paisaje a kilómetros de distancia.
Mientras me dirijo al refugio, el sol del atardecer parece bendecirme con sus rayos. Estamos a finales de agosto, pero aquí arriba, en el extremo noroeste de Finlandia, a una latitud de 69 º norte y a unos 700 metros de altitud, ya puede hacer bastante frío. Lo bueno de esto es que los mosquitos, una auténtica molestia a mediados de verano, ya han desaparecido.
Al cabo de un cuarto de hora, llego a la pequeña cabaña y compruebo que no hay nadie. Este será mi hogar por una noche: una auténtica autiotupa finlandesa, o lo que es lo mismo, una cabaña en plena naturaleza.
Su interior alberga literas para seis personas, una mesa robusta y un par de bancos. Una pequeña estufa ocupa uno de los rincones, y en el almacén anexo hay leña y un hacha. Desde la ventana la vista del lago y de los montes circundantes es espectacular. Tras el ocaso, la luna llena se eleva sobre las aguas.
Todo esto lo podré disfrutar con absoluta tranquilidad y, además, de forma gratuita.
Un fenómeno finlandés
No soy dado a la política, pero si al gobierno finlandés se le ocurriera suprimir la red de refugios, me lanzaría a las barricadas. Los refugios son uno de los servicios más extraordinarios que ofrece el Estado de Finlandia.
La condición para alojarse en estas cabañas en la naturaleza, y de forma gratuita, es no utilizar un medio de transporte motorizado. Ni que decir tiene que uno debe limpiar lo que ensucia, pero también existen otras reglas, porque en la naturaleza también hay una «etiqueta». Por ejemplo, los recién llegados siempre tienen prioridad a la hora de quedarse en la cabaña, por delante de las personas que ya han tenido la oportunidad de descansar.
Los autiotupa en plena naturaleza son un fenómeno muy finlandés: Suecia y Noruega también tienen redes de refugios, pero en su mayoría son de alquiler. En Finlandia, los refugios gratuitos son la norma, aunque también los hay de alquiler. Los suecos y noruegos también disponen de alojamientos de tipo albergue, situados en el bosque, algo que no existe en Finlandia.
Mucha gente considera que el concepto finlandés de autiotupa es el acertado, ya que ofrece cobijo sin convertir la naturaleza en un lugar demasiado civilizado.
Hay más de 500 autiotupa, en su mayoría situados en los vastos parques nacionales del norte de Finlandia y en otras áreas declaradas naturales. A algunos refugios se llega fácilmente, mientras que otros se encuentran en lo más profundo de la naturaleza. La lejanía del lugar suele ser inversamente proporcional a la cantidad de visitantes. A lo largo de las rutas más concurridas de la Laponia finlandesa, algunos refugios se llenan de gente durante las dos temporadas altas: la temporada de esquí de finales de primavera y la del rojo follaje otoñal, que en finés se denomina ruska.
Una necesidad convertida en placer
La historia de la red de autiotupa se remonta a siglos atrás, cuando estas eran imprescindibles para las personas que debían recorrer las largas distancias entre los escasos y dispersos asentamientos del norte.
Muchos fueron originalmente construidos para uso de los leñadores, balseros, pastores de renos o guardias fronterizos, mientras que gran número de ellos, sobre todo durante los años sesenta y setenta, se construyeron específicamente para los excursionistas. En la actualidad, el mantenimiento de la mayoría de estos refugios corre a cargo de Metsähallitus, la Agencia Forestal de Finlandia, lo que significa que la leña, el gas y demás tareas de mantenimiento son cortesía de los contribuyentes finlandeses.
Los alojamientos varían mucho en cuanto a tamaño y comodidades. Los más grandes pueden albergar a más de 20 personas, mientras que en otros sólo hay espacio para dos. Todos cuentan con una estufa de leña o una chimenea, y siempre hay una letrina seca en las instalaciones. Unos pocos, los mejor dotados, ofrecen incluso el lujo de una sauna, ideal tras un largo día de sudor, lluvia y mosquitos.
Los refugios suelen estar cerca de un lago o un arroyo, por lo que disponen de agua para cocinar y lavarse. Algunos están en lugares muy hermosos, y uno de mis favoritos es el pequeño autiotupa de Porontimajoki, en Kuusamo, en la popular ruta de senderismo conocida como la Senda del Oso.
El refugio es en realidad un antiguo molino, y parte de él está sobre un río. Siempre recordaré el paisaje sonoro de una noche de octubre que pasé allí, metido en mi saco de dormir, oyendo el suave crepitar del fuego a mi derecha y el constante murmullo del arroyo a mi izquierda: la canción de cuna más relajante y perfecta que pueda haber.
Es recomendable que los excursionistas lleven siempre algún tipo de tienda de campaña, y que nunca dependan únicamente de las cabañas, ya que podrían estar llenas. Y lo que es más importante, pueden verse en grandes dificultades si se pierden con mal tiempo y no cuentan con ningún tipo de refugio.
Un libro de visitas repleto de mensajes
Un detalle fascinante, presente en casi todos los refugios, es el libro de visitas. Los excursionistas suelen anotar en él la fecha y su destino, información que puede resultar vital para un equipo de rescate, en caso de que se produzca un accidente en el camino o alguien se pierda. Sus páginas constituyen un registro estadístico rudimentario: cuántas personas se han alojado, cuándo y cuáles eran las condiciones meteorológicas.
Pero también hay quien se anima a escribir largas crónicas de viaje y a compartir sus experiencias con los demás visitantes. Tras una noche a solas en Ailakkajärvi me sentí tan afortunado que, después de garabatear una breve descripción de mi estancia en el libro de visitas, añadí una pregunta retórica: “¿Qué he hecho yo para merecer tanto?”.
En la mayoría de los casos, los excursionistas no pasan dos veces por el mismo refugio durante el mismo viaje, por lo que el libro de visitas supone básicamente una comunicación unidireccional con los futuros viajeros. Los comentarios de los visitantes precedentes pueden proporcionar información valiosa sobre las condiciones del terreno.
Cuando menos es más
El cariño por la naturaleza plantea un cierto dilema: uno tiene la esperanza de que la gente valore los espacios naturales que quedan, al menos lo suficiente como para preservarlos de cara a la posteridad, pero al mismo tiempo desea secretamente que no haya demasiada gente, al menos no en el mismo momento que tú, ni en los mismos lugares.
Tras pernoctar en Ailakkajärvi, me dirijo al norte. Subiendo y bajando colinas, atravieso un humedal, para volver a subir. Ceno a la orilla de un pequeño lago situado en el paso entre dos picos. No he visto un alma en todo el día.
Por Juha Mäkinen, agosto de 2022