Todo importa: Los voluntarios dedican su tiempo y su talento a la preservación de la naturaleza finlandesa

Desplegar sensores submarinos o construir ventisqueros en la nieve para que aniden las focas anilladas del Saimaa, en peligro de extinción, son dos ejemplos de cómo los finlandeses contribuyen con sus conocimientos a la preservación del mundo natural.

El 70% de los finlandeses residen en ciudades o pueblos, pero mantienen un fuerte vínculo con la naturaleza, hasta el punto de que muchos sienten que su conservación es una cuestión de responsabilidad personal.

Por ejemplo, más del 80% afirma que el bosque es importante para ellos. Los bosques representan el 70% de la superficie del país, en el que también hay 188 000 lagos.

El voluntariado no hace sino poner de manifiesto la conexión que existe entre la naturaleza y los finlandeses.

En Finlandia existe desde antaño la tradición de realizar trabajo comunitario para lograr objetivos comunes, algo que en finés se denomina talkoot. Aplicadas al medio ambiente, dichas actividades suelen consistir en la limpieza, el mantenimiento o la protección de la naturaleza. Un grupo de vecinos puede recoger la basura de un parque local de manera voluntaria, o las autoridades pueden convocar en Laponia a observadores de aves voluntarios para que cuenten los nidos de águila real, un ave que en Finlandia está considerada como “vulnerable”, aunque a nivel mundial no esté considerada en peligro de extinción.

Una foca fuera de lo común

A la orilla de un lago cubierto de hielo, varias personas recogen nieve y la amontonan.

A falta de ventisqueros naturales, los voluntarios recogen y apilan nieve para que las focas puedan hacerse sus madrigueras.
Foto: Markus Sirkka/Lehtikuva

El lago Saimaa, cuya superficie es de casi 4400 kilómetros cuadrados, es en realidad un extenso sistema de lagos interconectados, ensenadas e islas. Está situado en el este de Finlandia y es la mayor masa de agua del país.

También es el hogar del animal más famoso de Finlandia, la foca anillada del Saimaa, en grave peligro de extinción, que cuenta con unos 410 ejemplares. La supervivencia de las focas depende en gran medida de la participación de los voluntarios.

«La foca anillada del Saimaa es muy peculiar», nos explica Miina Auttila, una bióloga especializada en la conservación que se dedica a estudiar las focas. «Es una reliquia de la Edad de Hielo y vive en el lago Saimaa, alejada del mar y aislada de las demás poblaciones de focas anilladas del Ártico». Auttila trabaja para Metsähallitus, la organización finlandesa que gestiona las tierras y el agua de propiedad estatal.

Las focas se han convertido en la imagen no oficial del movimiento de conservación de la naturaleza de Finlandia. «Mi proyecto principal se llama Our Saimaa Seal LIFE (enlace en inglés), y está dedicado la investigación y la protección de las focas», dice Auttila. «La participación de los voluntarios resulta crucial en este trabajo. En un proyecto similar que llevamos a cabo con anterioridad, tuvimos 300 voluntarios».

A nivel local

Una foca está tumbada sobre una gran roca cerca de la orilla de un lago.

Desde que la población local dedica su tiempo y sus energías a la preservación de la naturaleza, se está implicando más, llamando a la amenazada foca anillada de Saimaa, “nuestra foca”.
Foto: Ismo Pekkarinen/Lehtikuva

El recuento anual de guaridas es una de las tareas más antiguas de los voluntarios. Llevan ya más de 20 inviernos saliendo a contar nidos de focas en la superficie congelada del lago, con el fin de calcular su población. Desde hace algún tiempo también han tenido que dedicarse a hacer ventisqueros para que las focas tengan un lugar seguro donde construir sus nidos y amamantar a sus crías.

Como las temperaturas medias del invierno se han vuelto más cálidas durante estos últimos años, el hielo tarda más en formarse en el lago y es más fino, de modo que los ventisqueros que se forman suelen ser menos profundos, o incluso inexistentes.

«Si el invierno es bueno, la mortalidad de las crías es de un 10%», nos cuenta Auttila. «Pero si es suave, la mortalidad puede ascender al 30%. Es fundamental que haya personas haciendo ventisqueros para las focas».

El trabajo en sí es importante, pero también lo son los voluntarios que lo llevan a cabo. Metsähallitus quiere que estos residan en la zona del lago donde viven las focas, ya que conocen las condiciones locales, y por lo tanto son los más aptos para las tareas. Pero, además, a esto se le suma otro beneficio.

«Ayuda a mejorar las actitudes en el entorno local», señala Auttila. «Una vez que se convierten en voluntarios, saben más sobre las focas y entienden la importancia de la conservación. Saben que es “nuestra foca” y la cuidan».

Expertos que regalan su energía y sus habilidades

Un buceador está instalando un equipo en el fondo del mar.

Los buceadores del grupo Badewanne se dedican a construir y desplegar sensores con los que pueden controlarse las condiciones de crecimiento de la zostera marina.
Foto: Mauro Sacchi

Cualquier ayuda voluntaria (enlace en inglés) es valiosa, pero hay quien, además, aporta conocimientos especializados. Mauro Sacchi es uno de los numerosos buceadores que están dedicando su experiencia a la conservación de la naturaleza. La idea comenzó con el grupo de buceo Badewanne, que inicialmente documentaba los restos de naves naufragadas durante la guerra en el Mar Báltico. Las autoridades medioambientales finlandesas están muy interesadas en las labores que desarrollan, ya que un pecio oxidado puede tener escapes de petróleo.

«Con Badewanne y el Instituto Finlandés del Medio Ambiente empezamos a trabajar y a formarnos en el desarrollo de los sensores que había que colocar en los pecios», nos explica Sacchi. «En caso de fuga, las autoridades pueden extraer el petróleo para que no contamine el medio marino”.

Los buceadores diseñaron las plataformas donde van sujetos los sensores y quedaron más que satisfechos con los resultados. Metsähallitus se enteró del proyecto y les preguntó si podían construir y desplegar sensores similares, esta vez destinados a un experimento con la zostera marina, una importante especie vegetal cuyas posibilidades de trasplante estaban investigando los científicos. Estos necesitaban datos precisos sobre condiciones marinas como la luz y la salinidad.

«Es poco probable que las agencias gubernamentales dispongan de buceadores con experiencia en el montaje y despliegue de sensores de este tipo», dice Sacchi. «Para ayudarles, les estamos ofreciendo nuestros conocimientos y actuamos bajo su dirección».

El voluntariado le da un propósito a tu vida

Unas plantas marinas de color verde se mecen con la corriente del fondo.

Frente a las costas de Hanko, en el suroeste de Finlandia, los científicos han estado investigando cómo trasplantar la zostera marina, una importante especie vegetal submarina.
Foto: Aija Nieminen/Metsähallitus

El trabajo de los voluntarios ya ha dado sus frutos. En verano de 2020 se pudo extraer el petróleo de dos barcos hundidos cerca de las islas Åland y se trasplantaron dos parcelas de zostera marina al oeste de Helsinki. Los buceadores también se dedican retirar las “redes fantasma” que quedan enganchadas a los pecios. Cuando un barco pesquero pierde una red, ésta se convierte en una red fantasma, en la que se puede enredar la vida marina para acabar muriendo.

«El voluntariado hace que nos sintamos útiles», concluye Sacchi. «Es algo en lo que creemos, y me encanta».

«Tenemos que hacer todo lo posible para que las generaciones venideras puedan seguir disfrutando del mundo natural. Toda acción positiva es importante».

Por David J. Cord, septiembre de 2021