Mauno Koivisto, que fue presidente de Finlandia después de Urho Kekkonen, supo darle al parlamentarismo la dignidad que merecía. Al final de su mandato emprendió la tarea de encontrar un lugar para Finlandia en la nueva Europa.
El expresidente de la República de Finlandia y doctor en Filosofía, Mauno Koivisto, falleció en Helsinki el viernes 12 de mayo a los 93 años de edad. Había nacido el 25 de noviembre de 1923 en la ciudad de Turku.
Mauno Koivisto fue elegido presidente de la república en 1982 y 1988. Sus votantes procedían de todo el espectro político, mas allá de los partidos tradicionales.
Para los finlandeses, Mauno Koivisto era “Manu”: un hombre decente, apuesto y tranquilo, uno de esos vecinos a los que les gusta pararse a charlar. Esa era la imagen que agradaba a Koivisto, que la mantenía cuidadosamente.
Sin embargo, en los círculos políticos la imagen de Mauno Koivisto era bien distinta: la de un hábil estratega que no perdía el tiempo en pequeñas discusiones, porque lo que tenía siempre en mente era “un gran plan”. Esto lo aplicó tanto a su propia carrera, como a su labores de jefe del estado.
Koivisto no eludía ser implacable cuando era necesario. Era consciente de que en los escalones más altos del poder no había sitio para los demasiado benevolentes.
El obrero que llegó a doctor
Koivisto fue el noveno presidente y el primero de ellos procedente de la izquierda, concretamente del partido socialdemócrata. Además venía de una familia obrera.
Representaba también a la generación de la guerra, ya que en su juventud luchó durante la llamada Guerra de Continuación, en la Segunda Guerra Mundial. Acabada esta, y al tiempo que desempeñaba duros trabajos en el puerto de Turku, estudió en la escuela desde la primaria, hasta llegar a doctorarse en sociología en la universidad.
De familia religiosa, Koivisto respetó a lo largo de toda su vida las virtudes obreras que le habían sido inculcadas en casa. Llevó una vida modesta, evitando los excesos tanto en su vida privada como en el desempeño de su labor pública.
Mauno Koivisto era finlandés de los pies a la cabeza, pero desde su juventud fue un internacionalista. Para él, el concepto de amistad entre los pueblos no era simple retórica política. Cuando al principio de su mandato presidencial dijo que deseaba “construir la paz mundial”, se trató de una promesa que le salía del corazón.
No tenía intención de ser un político a tiempo completo.
Koivisto se dio a conocer a nivel nacional en la primavera de 1966, al convertirse en ministro de finanzas. Con anterioridad había dirigido la Caja de Ahorros de los Trabajadores de Helsinki.
A Koivisto le gustaba participar en los debates académicos sobre economía y política, y pertenecía al Sdp (Partido Socialdemócrata), aunque entre sus planes no estaba dedicarse a la política a tiempo completo.
En 1967, nada más ser nombrado director general del Banco de Finlandia, el presidente Urho Kekkonen lo convenció para que fuera primer ministro.
La colaboración entre Kekkonen y Koivisto, que tan bien había comenzado, encalló en la primavera de 1970. El entonces presidente y su primer ministro tenían opiniones diferentes sobre la postura que Finlandia debía tomar con respecto a la Nordek, la alianza económica de los Países Nórdicos. Mientras que Koivisto era partidario de que Finlandia entrase en ella, Kekkonen tenía sus sospechas sobre el proyecto. En primavera de 1970 Koivisto regresó a su puesto de director general del Banco de Finlandia, donde estuvo por espacio de nueve largos años. Fueron tiempos en los que al presidente y a Koivisto no les quedó otro remedio que intentar llevarse bien, aunque no resultara en absoluto fácil.
Mauno Koivisto regresó a la política en la primavera de 1979. Se mantuvo en el cargo de primer ministro hasta otoño de 1981, pero Urho Kekkonen, que había sido presidente de la nación durante los últimos 25 años, enfermó, y Koivisto tuvo que ocuparse de las funciones del presidente hasta la celebración de las elecciones presidenciales.
Koivisto reforzó los lazos entre Finlandia y Europa
El presidente Koivisto tenía 58 años al comenzar en el cargo. Su experiencia en política interior, y especialmente en política económica, era grande.
Sin embargo, su experiencia en cuanto a política exterior no eran tanta y, en consecuencia, durante su primer mandato fue especialmente prudente.
A ese respecto, Koivisto continuó en la misma línea que Paasikivi y Kekkonen, sobre todo en cuanto a las relaciones con el Este. El tratado YYA (Tratado Fino-Soviético de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua) se amplió por veinte años más. En política interna, deseaba reforzar la posición del parlamentarismo, el parlamento y el gobierno, y restar poder e influencia a la figura del presidente.
Durante el segundo mandato de Koivisto, de 1988 a 1994, la posición de Finlandia con respecto al exterior tuvo que cambiar, debido a las convulsiones que estaban experimentando las dos Europas, la Oriental y la Occidental.
Mientras el sistema socialista centrado en el Este se desmoronaba, la cooperación en Occidente se volvió más estrecha. Del mismo modo, las relaciones entre las grandes potencias sufrieron un cambio al terminar la guerra fría.
Koivisto llevaba manteniendo contactos secretos con Mijaíl Gorbachov y George Bush desde 1983. En otoño de 1990, los jefes de las dos grandes potencias determinaron encontrarse precisamente en Helsinki, algo que para Koivisto fue una señal de reconocimiento a su labor.
Las relaciones finlandesas con la Unión Soviética y los Estados Unidos se habían mantenido en buen estado en la etapa final de la guerra fría. Koivisto animó a Gorbachov a emprender la reforma de la Unión Soviética.
Finlandia determinó solicitar la entrada en la Unión Europea en invierno de 1992, bajo la dirección de Koivisto. Se trataba de una gran decisión, una de las más importantes en la historia de la independencia de Finlandia. Según la legislación vigente en la época, el presidente era el único que tenía poder de iniciativa para presentar la solicitud.
Las negociaciones concluyeron el 1 de marzo de 1994, tan solo unas horas después de que Koivisto cediera las funciones de presidente a Martti Ahtisaari.
“Todo va a ir bien”
Koivisto pasó estos últimos años trabajando en su pequeño despacho de Helsinki. Escribió varios libros, participando en discusiones políticas en muy contadas ocasiones. Los finlandeses estábamos acostumbrados a ver a nuestro antiguo presidente por la calle o en el tranvía. Le gustaba pasear por Helsinki a diario, aunque últimamente las fuerzas ya le estaban abandonando.
Koivisto concedió su última entrevista al diario Helsingin Sanomat en enero de 2013. Ante la pregunta de qué era, en su opinión, lo que valía la pena en la vida, Koivisto respondió de esta manera:
“En general, en la vida vale la pena confiar en que todo va a ir bien. Vale la pena incluso cuando uno ni siquiera cree en ello. Muchas veces sucede que las amenazas se convierten en realidad precisamente porque uno las previene”.
Por Unto Hämäläinen, mayo de 2017
Unto Hämälainen es periodista y está especializado en historia política de Finlandia.
Este artículo apareció originalmente en el diario Helsingin Sanomat del 13 de mayo de 2017.