En Finlandia, la historia de los huertos comunitarios, también conocidos como jardines obreros, es bastante larga, iniciándose ya antes de que el país lograse su independencia, en 1917.
El primer jardín obrero de Finlandia, que aún existe y funciona como tal, se creó en la ciudad de Tampere en 1916. En la actualidad hay jardines comunitarios por todo el país, incluso en el extremo norte, en Rovaniemi, una ciudad situada tan solo seis kilómetros al sur de Círculo Polar Ártico.
Un oasis de paz dentro de la ciudad
Los jardines comunitarios están formados por grupos de parcelas, cuyo número puede ir de una docena hasta trescientas. En los 60 jardines comunitarios existentes en Finlandia hay aproximadamente unas 6000.
Los jardineros cultivan en ellas una amplia variedad de frutas y hortalizas, como patatas, zanahorias, fresas, tomates, hierbas aromáticas e incluso manzanas. En la mayoría de las parcelas hay hileras de diferentes tipos de flores y plantas ornamentales, y en muchos jardines comunitarios suele haber una casita de campo en cada pequeño huerto.
En su mayor parte, estos jardines se consideran parques públicos. Uno es libre de pasear por sus veredas durante las horas en que están abiertos, pero las parcelas son privadas y es necesario pedir permiso para entrar en ellas.
La sencillez de la vida cuando uno cultiva sus propias hortalizas y puede descansar en una casita representa una posibilidad para relajarse y tomarse un descanso del ajetreo de la vida urbana. «Este solía ser antes el paraíso de las abuelas, no muy a la moda, precisamente», nos cuenta Minna Kärkkäinen, propietaria de una parcela. «Pero ahora es todo lo contrario».
Un verano urbano y sostenible
Los huertos comunitarios son beneficiosos para el medio ambiente. Especialmente para los habitantes urbanos, es una manera excelente de pasar el tiempo rodeados de naturaleza y mancharse las manos de tierra sin tener que hacer largas distancias en coche hasta una cabaña de verano. Mucha gente va a sus huertos en bicicleta o a pie.
«Lo mejor de los jardines comunitarios es que no hay que ir lejos para disfrutar de la calma y el aire puro», afirma Minna Kärkkäinen.
En el terreno donde se suele levantar la típica cabaña de verano cabrían cerca de diez parcelas de jardín comunitario, incluyendo las zonas comunes y las veredas. En otras palabras, su impacto ecológico es mucho menor que el de las cabañas de verano.
«Queremos proteger la biodiversidad, por eso utilizamos métodos naturales de cultivo », dice Pertti Laitila, presidente de la Federación Finlandesa de Jardines Comunitarios. El reciclaje también forma parte de la vida cotidiana en estos jardines.
De todos los ámbitos de la sociedad
Los jardines comunitarios se distinguen por su espíritu de cooperación, y todo el mundo colabora en el bien común. Hay quien prefiere aportar dinero pero, a menudo, contribuir suele consistir en realizar trabajo voluntario. Puede ser cualquier cosa, desde limpiar los caminos a preparar los dulces para el café de la comunidad.
«Conocemos a más gente en este huerto comunitario que en el bloque de pisos donde vivimos, aunque llevamos aquí mucho menos tiempo», nos cuenta Jenni Rainio, también propietaria de una parcela. «Y siempre hay alguien para echarte una mano, si lo deseas».
En los jardines se suelen organizar diferentes eventos y actividades, desde yoga al aire libre, hasta karaoke en la noche de San Juan, o incluso competiciones de lanzamiento de bota de goma. No es necesario ser propietario de una parcela para poder participar en la diversión, porque todo está abierto al público. Hay gente de todos los ámbitos de la sociedad que disfruta de estos verdes oasis durante los veranos.
Por Iiris Nelimarkka, agosto de 2019