«Abuela, ¿y tú no hiciste nada para salvar el planeta?».
Esta pregunta -o más bien la voluntad de nunca tener que llegar a oírla- sirvió de inspiración a las doce abuelas que fundaron el grupo Aktivistimummot (Yayas Activistas).
Lo que comenzó en 2019 con una docena de abuelas que se reunían para tomar café, se ha convertido en una comunidad de Facebook de casi 6000 personas, un movimiento transgeneracional con voluntad de aportar su grano de arena para solucionar la mayor emergencia a la que se enfrenta la humanidad: el cambio climático.
Conocimiento y redes
La idea original fue de Seija Kurunmäki. A los sesenta y pocos, acababa de ser abuela y se había jubilado tras 40 años de carrera como ejecutiva de comunicaciones.
«El futuro empezó a preocuparme al convertirme en abuela», dice. «Decidí poner mis conocimientos y mis redes al servicio de nuestros nietos. Ha llegado la hora de que nuestra generación devuelva lo que ha recibido».
Las doce fundadoras proceden de numerosos y muy diferentes ámbitos de especialización, como la ciencia medioambiental, la medicina, las finanzas y la ingeniería. Valiéndose de su vasta experiencia, utilizan su página web y las plataformas de las redes sociales para compartir datos científicos sobre el cambio climático, y aconsejan a la gente sobre cómo llevar una vida sostenible.
Tanto Seija Kurunmäki como Eeva-Riitta Piispanen, una de sus compañeras fundadoras, aprovechan su experiencia en comunicación para divulgar el mensaje de las yayas.
«Queremos que nuestros nietos, y todos los niños del mundo, tengan un planeta en el que sea posible vivir», afirma Piispanen, que a sus más de sesenta años es una atareada empresaria con siete nietos. «No les corresponde a ellos arreglar nuestros errores: nuestra generación debe afrontar sus responsabilidades».
Mensajeras de la esperanza
Preocuparse por el planeta tiene sentido, pero dejarse llevar por la ansiedad climática es contraproducente. En lugar de eso, la actitud que las abuelas transmiten es la de “podemos hacerlo”, un buen antídoto ante tanto titular catastrofista.
«¡Somos abuelas, por el amor de Dios!», dice Piispanen. «Queremos ser mensajeras de la esperanza». Una de sus metas es que la gente se dé cuenta de que una vida respetuosa con el medio ambiente no sólo es fácil de lograr, sino que también es una vida mejor y más feliz.
«Consumir como idiotas no hace feliz a nadie», asevera Helena Kääriäinen, una especialista en genética con algo más de setenta años y cuatro nietos. «Por experiencia, sabemos que una vida sencilla y moderada resulta enriquecedora. Además, todo lo que hagamos por el clima revertirá positivamente en nuestra salud como, por ejemplo, comer menos carne y utilizar menos el coche».
La gran generación lucha por la biodiversidad
Antes de la pandemia de Covid-19, las yayas organizaron varios eventos y presentaciones sobre temas medioambientales, los cuales han tenido continuación en forma de seminarios web.
Ejercer presión es también una parte fundamental de su activismo. En el momento de escribir este artículo, con las elecciones municipales a la vuelta de la esquina en Finlandia, las abuelas están muy atareadas enviando cartas a los candidatos.
«A los políticos ha empezado a entrarles en la cabeza que los nacidos en la postguerra somos un grupo enorme de votantes», dice Kääriäinen. «Queremos que se enteren de que el movimiento climático no es sólo cosa de colegiales. Greta Thunberg no es la única que se preocupa por el tema».
Los activistas con quienes las yayas colaboran suelen ser decenas de años más jóvenes que ellas. Las Aktivistimummot han participado en una campaña para plantar 10 000 árboles con la red finlandesa de asociaciones 4H, y también en la campaña “Best Enough Christmas” con el movimiento Climate Move. La expresión “best enough Christmas” sugiere que no hace falta pasarse de la raya, que la mejor Navidad puede ser simplemente “bastante buena”. En la campaña también participó Mamá Noel, que dio consejos sobre cómo organizar unas Fiestas sostenibles.
«Ha sido un privilegio trabajar con ellas», dice Wilhelm Blomberg, de 30 años, que se está formando para ser educador en sostenibilidad. «Gracias a su enorme experiencia y sus recursos, están a la vanguardia de la defensa del clima en Finlandia. Su acercamiento cálido y feminista ha logrado encontrar un eco en la gente por lo que ellas representan: son abuelas».
Granny upgrade
Las abuelas no pueden disimular el gozo que para ellas supone el que su movimiento esté desafiando los estereotipos de la edad. «Estamos actualizando la palabra “yaya”», dice Piispanen. «Somos activas e inteligentes, y nuestra sabiduría es un recurso precioso para impulsar el cambio medioambiental. Una yaya no tiene por qué ser una frágil ancianita que teje calcetines sentada en su mecedora».
Su nieta de diez años le hizo el comentario que más la ha animado hasta el momento. «Me dijo que cuando creciera quería ser una yaya activista como yo. Eso me llena de orgullo, aunque quisiera que, llegado el momento, ella ya no tenga que responsabilizarse de luchar contra el calentamiento global».
Si es por las Yayas Activistas y muchos otros grupos, para cuando los niños de hoy se hayan hecho mayores, el mundo ya habrá encontrado las soluciones a los problemas del cambio climático.
Por Silja Kudel, marzo de 2021