El lenguaje es algo muy curioso. Por ejemplo, mi lengua materna: yo me considero simplemente una hablante del inglés, aunque, con seguridad, no se trate del inglés tal y como fue concebido por los creadores del Oxford English Dictionary.
Como me he criado en la Australia rural, utilizo sin pestañear palabras como arvo, la versión abreviada de afternoon, “tarde” en inglés. Incluso ahora, suelo modular el final de mis frases como si estuviera haciendo una pregunta. En otras palabras: hablo un dialecto, una variante del inglés.
Tommi Kurki, profesor adjunto de la Universidad de Turku y experto en variaciones y cambios del lenguaje, me cuenta que el finés se comporta de una manera similar. Mientras que el finés estándar es uno de los idiomas oficiales de la UE y se enseña en las escuelas y los cursos de finés como lengua extranjera, la mayoría de los finlandeses habla algún tipo de dialecto.
Sin embargo, ello no significa que el finés y los dialectos no estén relacionados entre sí. De hecho, según Kurki, el finés estándar, tal como lo conocemos hoy, tiene sus raíces en el proyecto de construcción nacional del siglo XIX y es “una mezcla de dialectos”. En él pueden identificarse elementos provenientes de diferentes zonas de Finlandia.
Dialectos de cada punto cardinal
Los primeros investigadores lingüísticos clasificaron los dialectos finlandeses por regiones. Por ejemplo, los finlandeses que vivían en la ciudad de Turku hablaban un dialecto del suroeste, mientras que los de la ciudad oriental de Joensuu utilizaban una variante del dialecto de Savo, que recibe su nombre de una región, en lugar de un simple punto cardinal.
Por lo que explica Kurki, era comprensible que dondequiera que uno estuviese, “la mayor parte de la gente del pueblo hablase del mismo modo”, porque hasta mediados del siglo XX muy poca gente abandonaba su lugar de origen.
Académicos de renombre viajaron a lo largo y ancho del país a finales del siglo XIX, registrando las variaciones lingüísticas regionales. En la mayoría de los casos los investigadores observaron solamente “pequeños cambios de una aldea a otra”, dice Kurki, pero hubo algunas excepciones y destaca, por ejemplo, los dialectos que se hablan en las ciudades de Rauma y Pori, en el oeste de Finlandia, y que han permanecido marcadamente diferenciados a pesar de su proximidad geográfica, un legado que proviene en parte de su historia medieval.
La lengua nunca para de cambiar
Los dialectos finlandeses suelen dividirse en ocho grandes grupos regionales, cada uno influenciado por la compleja historia de Finlandia. Estos ocho grupos son: dialectos del suroeste; dialectos de Häme (aproximadamente en el centro de Finlandia meridional); dialectos transicionales entre el suroeste y Häme; ostrobotnio del sur (Ostrobotnia está en el oeste de Finlandia); ostrobotnio del norte y central; dialectos del extremo norte; dialectos de Savo (aproximadamente al este de Finlandia central); y dialectos del sureste. (Si deseas profundizar más en las divisiones de los dialectos, el Instituto de las Lenguas de Finlandia dispone de un mapa en inglés).
Sin embargo, Kurki subraya que un dialecto no es una fotografía parada en el tiempo. La modernización, la urbanización y las migraciones han hecho que las variantes habladas continúen evolucionando a lo largo del tiempo, yendo mucho más allá de cualquier límite geográfico o lingüístico.
Según Kurki, estas últimas variaciones posteriores a veces se denominan puhekieli (finés coloquial o, literalmente, “lengua hablada”) en lugar de dialectos y añade que para los lingüistas esta es una manera de separar los “viejos dialectos” provenientes de una época “en la que la variación estaba más claramente determinada por la procedencia regional del hablante”. Sin embargo, Kurki señala que la división es “en cierto modo antinatural” ya que, en cualquier caso, la lengua siempre está cambiando.
La gente que conocemos
Además de como variantes regionales, Kurki dice que también es posible observar los dialectos a través de una lente social o situacional. Aquí la cosa se vuelve un poco teórica: el enfoque social considera la forma en que la edad, el género y otros factores dan forma a la manera en que hablamos, mientras que el enfoque “situacional” se refiere a cómo adaptamos nuestro lenguaje a las circunstancias. Tecnicismos al margen, Kurki dice que, en definitiva, “la forma en que hablamos está influenciada por la gente con la que nos relacionamos”.
Entonces, ¿qué es lo que diferenciaría un dialecto del finés estándar? El vocabulario, por supuesto, es una parte clave. Por ejemplo, algunos finlandeses que viven en Helsinki y sus alrededores, utilizan hima el lugar de la palabra en finés estándar koti (“casa”, en el sentido de hogar) y fillari en lugar de polkupyörä (bicicleta). Pero Kurki dice que también es posible detectar un dialecto a través he aspectos más sutiles, como el ritmo y la entonación. En el suroeste, por ejemplo, se detecta un pico tonal en la segunda sílaba de muchas palabras.
Incluso para mis poco entrenados oídos, la pronunciación es el punto de diferencia más obvio. Por ejemplo, en los alrededores de la ciudad centro occidental de Tampere hay gente que dice mää y sää en lugar de los pronombres estándar sinä (yo) y minä (tú), mientras que en el este de Finlandia dicen mie y sie, o incluso mnää y snää en la zona de Rauma, en la costa oeste. La letra “d” también cambia, y a veces se pronuncia como una “r” o incluso una “l” en el oeste Y a menudo es omitida por completo en el este. Y estos son solo unos ejemplos.
Totalmente posible
Si uno es estudiante y aún están luchando con la kirjakieli –el finés estándar o, literalmente, la “lengua de libro”–, la sola idea de enfrentarse aun dialecto resulta abrumadora, y Kurki no se anda con rodeos: “Los primeros pasos son muy duros”, dice. Sin embargo, al mismo tiempo me deleita contándome unas cuantas historias de gente que ha aprendido el idioma llegando a dominar algún dialecto, a veces por completa casualidad.
Kurki afirma que el éxito depende en parte de tu lengua de origen y me anima mucho oírle decir que “es posible entender el finés, y es totalmente posible aprender dialectos”.
Por Kathleen Cusack, septiembre de 2020