Es una tarde entre semana en la ciudad de Nueva York y varias mujeres estadounidenses hacen un recorrido por la exposición Independent Visions: Helene Schjerfbeck and Her Contemporaries (Visiones independientes: Helene Schjerfbeck y sus contemporáneas) de la Casa de Escandinavia, en Park Avenue, la cual ofrece 55 obras de arte de cuatro pintoras finlandesas. “Preciosa”, dice una de las visitantes, “aunque algo deprimente”.
Las piezas proceden de la colección del Museo de Arte Ateneum de Helsinki, y algunas de ellas reflejan precisamente la melancolía que acompañó a las transformaciones culturales y políticas a finales del siglo XIX y principios del XX, a medida que Finlandia se encaminaba hacia la creación de una identidad nacional y el logro de su independencia .
El arte que se llevó a cabo durante este alejamiento del imperio ruso y de las influencias suecas refleja inevitablemente lo convulsivo de este periodo del desarrollo de una nación progresista como Finlandia, que celebrará su centenario en 2017. A principios del s. XX, en 1918, apenas un año después de la independencia, tuvo lugar la guerra civil, y más tarde la Segunda Guerra Mundial, que los finlandeses dividen en Guerra de Invierno (1939-40), Guerra de Continuación (1941-43) y Guerra de Laponia (1944-45).
Cuestiones de humanidad
Tanto el crecimiento creativo de la célebre Helene Schjerfbeck (1862-1946), como el de las otras tres artistas de esta exposición, concuerda con las nociones de igualdad, desarrollo cultural y oportunidades educativas necesarias para el establecimiento de un Estado soberano. Schjerfbeck, Ellen Thesleff (1869-1954), Sigrid Schauman (1877-1979) y Elga Sesemann (1922-2007) no vivieron aisladas de la agitación política de su época.
Los gigantes artísticos masculinos de la época —especialmente el compositor Jean Sibelius, el artista Akseli Gallen-Kallela y el escritor Juhani Aho— son a menudo considerados como los formadores de la vanguardia de la identidad cultural y política de Finlandia, y como los impulsores de la creación de su tipología distintiva. Sin embargo, sus colegas femeninas, como la pionera Schjerfbeck, una de las pintoras más conocidas del país, tuvieron un papel importante, aunque a veces se las pasara por alto.
“Aunque en aquel entonces el número de académicos fuera limitado, surgieron muchos talentos artísticos”, nos cuenta Risto Ruohonen, director general de la Galería Nacional de Finlandia. “Una parte relativamente pequeña de la comunidad tenía una fuerte filosofía ideológica, en la cual la política y el arte iban estrechamente unidos”. La influencia de aquellos individuos se extendió a ambas esferas.
Un clima de igualdad
Schjerfbeck, Schauman y Thesleff llegaron a su mayoría de edad como artistas durante un momento crítico en el desarrollo de la Finlandia autónoma. Hasta 1846 no hubo escuelas de arte propiamente finlandesas, colecciones de arte unificadas, ni una cobertura informativa del panorama cultural. Ese fue el año en que se fundó la Sociedad de Arte de Finlandia, que más tarde daría lugar al Ateneum. Poco después, se establecieron becas para estudiar arte en Finlandia y en el extranjero (sobre todo en Francia e Italia, donde las cuatro artistas trabajaron o vivieron en diferentes momentos de su carrera). Las ayudas estaban a disposición de todo artista que diera la talla, según un clima de igualdad.
Las artistas finlandesas empezaron a tener voz propia durante el siglo XIX, momento sin precedentes en la búsqueda de la igualdad social y educativa en la recién creada nación. También era una cuestión de necesidad, ya que las cuatro tuvieron que mantenerse en buena medida a sí mismas a lo largo de sus vidas, tal como señala Susanna Pettersson, directora del Ateneum. Schauman, que también fue profesora y crítica de arte en un periódico, realizó varios de sus trabajos después de cumplir los 70 años.
Dolor de crecer, retratos taciturnos
Como parte de la celebración del centenario de la independencia de Finlandia, la exposición permanecerá abierta en Nueva York hasta el 3 de octubre de 2017, de forma gratuita, y luego reabrirá en el Museo Millesgården de Estocolmo, esta vez bajo el título The Modern Woman (La Mujer Moderna). En 2018 la muestra regresará al Ateneum de Helsinki. La exposición cuenta con complejos autorretratos de Schjerfbeck, grabados de Thesleff llenos de imaginación, espléndidos paisajes de Schauman e introspectivos retratos expresionistas de Sesemann.
Algunas de las obras reflejan los dolores de crecimiento que la creación de un nuevo país independiente implica y, en algunos casos, son retratos taciturnos de una nación en guerra. La Primavera de Finlandia de Thesleff, acabada en 1942, augura la alegría que supone librarse por fin del invierno, aunque refleja también algunas de las sombrías realidades del conflicto con Rusia. El Autorretrato de Sesemann (1946) representa a la artista sin ojos. La idea del realismo finlandés de la época, rara vez al alcance del público americano, se muestra a lo largo y ancho del recorrido de la exposición.
Sin embargo, algunas de las luchas que las artistas nos muestran a través de sus miradas, son universales y eternas. “Uno desea siempre retratar lo más profundo, la pasión”, escribió Schauman durante su carrera, expresando así la meta que compartía con muchos de sus colegas.
Y continuó su pensamiento de este modo: “Y entonces te avergüenzas, y no puedes, porque eres una mujer”. Ciertos desafíos artísticos ya han sido relegados al pasado, o eso esperamos.
Fragmentos de la exposición
Por Michael Hunt, junio de 2017