Las hojas muertas: Una historia de amor y trabajo en el más puro estilo del finlandés Aki Kaurismäki

El famoso cineasta finlandés Aki Kaurismäki interrumpió por un momento su jubilación para rodar Kuolleet lehdet (Las hojas muertas), que narra una historia de amor. Con este su vigésimo largometraje ha obtenido el Premio del Jurado en Cannes.

En el núcleo de Kuolleet lehdet, de Aki Kaurismäki, late el corazón de la humanidad, de las almas sinceras que buscan sentido y conexión en un mundo que amenaza con aniquilarlas.

Transitando desde el drama hasta la carcajada, el largometraje narra la historia de dos helsinkienses de a pie, cuyas pequeñas vidas logran alcanzar unas proporciones emocionales épicas. The New York Times la ha definido como “una tierna historia de amor bellamente dirigida”.

La película ganó el Premio del Jurado en el Festival de Cannes de 2023 y será la candidata finlandesa al Oscar a la mejor película internacional de este año. Apenas unas semanas después de su estreno, ya se había convertido en la película más vista del año en Finlandia, superando el anterior récord de espectadores de Kaurismäki (El hombre sin pasado, ganadora del Gran Premio de Cannes en 2002).

La escala social

Un hombre con esmoquin, una mujer que ríe con un vestido brillante y un hombre con americana negra, posan sentados en un banco.

De izquierda a derecha: Los actores Jussi Vatanen y Alma Pöysti y el director Aki Kaurismäki acudieron a Cannes para participar en el festival de cine.
Foto: Lasse Lecklin/B-Plan

El trabajo es importante en Kuolleet lehdet, cuarta entrega de la “Trilogía del proletariado” de Kaurismäki. No sabemos si has pillado el chiste, pero así es el humor “kaurismäkiano”.

Ansa (Alma Pöysti), que trabaja en un supermercado con un contrato de cero horas, es despedida por quedarse con comida caducada. Holappa (Jussi Vatanen) es un trabajador industrial que se lesiona debido a que su jefe, que es un tacaño, no quiere comprar nuevos equipos que sean más seguros. El hecho de que Holappa haya estado bebiendo en el trabajo no sirve más que para empeorar las cosas.

Los otros filmes de la trilogía, Sombras en el paraíso (1986), Ariel (1988) y La chica de la fábrica de cerillas (1990), también están protagonizados por trabajadores. Sus protagonistas, un basurero, un minero que acaba de perder su trabajo y una obrera de una fábrica de cerillas, son personajes que se doblegan hasta casi quebrarse, que viven en una sociedad tenebrosa y perjudicial para la gente que, como ellos, se encuentra en el lado erróneo de la escala social.

Una lucha heroica

En un tren de cercanías, una mujer y un perro van sentados juntos, ella con el brazo alrededor del animal.

Ansa adopta un perro callejero que merodea por la fábrica donde trabaja, y lo llama Chaplin.
Foto: Malla Hukkanen/Sputnik

Los trabajadores de Kaurismäki luchan heroicamente, a pesar de que los mecanismos sociales conspiran para impedírselo.

Cuando Ansa se ve obligada a sacar de su bolsa un bocadillo “robado” delante del director del supermercado y del guarda de seguridad con aspecto de oso que la ha delatado, dos compañeras de trabajo de más edad se solidarizan con ella. Una de ellas confiesa que también ha robado y la otra directamente abandona su puesto.

Es casi imposible no solidarizarse con ellas. El trío se larga, dejando el trabajo con la cabeza bien alta, mientras que la soberbia del supervisor se desintegra a ojos vista.

El juego de la empatía

Aquí puedes ver el tráiler de la película Kuolleet lehdet (Las hojas muertas), de Aki Kaurismäki (subtítulos en inglés).

El episodio del despido guarda relación con muchas otras películas de Kaurismäki. La gestión despiadada, orientada únicamente hacia los beneficios y las reglas ilógicas del juego, puede que nos resulte ajena, pero la manera dañina en que afecta a la humanidad es irrefutable.

En casa, sin sueldo alguno, Ansa se ve obligada a apagar la radio, más tarde el microondas y, por último, a cortar totalmente la electricidad. La escena pone de relieve cómo la vida depende del trabajo, algo que en este caso se resume en la imposibilidad de pagar la factura de la luz.

Así es el melodrama al estilo Kaurismäki: cuando se hace bien, nos arrastra por la línea más tensa de nuestra empatía. La Helsinki actual, tal y como aparece en pantalla, puede resultarnos desconocida, pero la historia es cautivadora.

Una historia humana

Dos hombres y una mujer posan al aire libre cogidos de las manos, con palmeras al fondo.

De derecha a izquierda: Durante el Festival de Cannes, los actores Jussi Vatanen y Alma Pöysti sonríen a las cámaras, y algo parecido hace el director Aki Kaurismäki, o al menos lo intenta.
Foto: Kurt Krieger/Sputnik

La Historia está presente en Kuolleet lehdet. Ansa escucha las noticias de la guerra de Ucrania en su querido transistor, aunque apenas expresa sus emociones, incluso cuando en la emisión se habla de las muertes de civiles.

Los espectadores también escuchan. Kaurismäki ha dicho que, algún día, en el futuro, cuando las atrocidades de hoy hayan caído en el olvido, la gente seguirá viendo películas antiguas, y que los fragmentos de noticias que aparecen en ellas, como sucede en Kuolleet lehdet, se considerarán testimonios de la historia de la humanidad.

Miradas fugaces

Un hombre y una mujer cenan sentados frente a frente y se miran.

Holappa y Ansa conversan escuetamente durante la cena.
Foto: Malla Hukkanen/Sputnik

La música va creando los momentos intermedios y el ambiente de la narración. Kaurismäki aprovecha el momento en que Ansa y Holappa se conocen en el karaoke, aunque ellos no llegan a cantar, para darle un lugar destacado a las actuaciones de otras dos personas.

El amigo de Holappa, Huotari (Janne Hyytiäinen), canta una versión bastante desafinada de Syyspihlajan alla (Bajo el serbal de otoño). Más tarde, Mika Nikander, un bajo que ha actuado con la Ópera Nacional de Finlandia y que aparece en los créditos de la película como “un cantante de karaoke”, canta la Serenata de Schubert.

El silencioso deseo y la esperanza de Ansa y Holappa, su melancolía y su miedo, están mejor representados en las canciones y en las fugaces miradas de ambos personajes, que en cualquier diálogo. Además, fiel a su estilo, Kaurismäki reduce los diálogos a la mínima expresión.

Una pausa para percibir

Una mujer y un hombre se dan la mano ante una puerta con un letrero en el que pone “Ritz”.

Ansa y Holappa han pasado la velada en el cine, pero al despedirse no saben si abrazarse, besarse o simplemente darse la mano.
Foto: Malla Hukkanen/Sputnik

Aunque el trabajo sea pura explotación y la suerte parezca jugar en contra de los personajes de Kaurismäki, la belleza como mensaje fundamental logra imponerse, tanto en Kuolleet lehdet, como en muchas de sus otras películas. Puede que haya que quedarse en silencio, hacer una pausa para percibirla, pero ahí está, en la pantalla y en la vida real.

Estamos ante un clásico de Kaurismäki. Ayudado por una banda sonora que conmueve el alma, su método para retratar a los seres humanos continúa funcionando. Si no puedes llorar, bueno es reír.

Por Eric Bergman, noviembre de 2023