El 15 y 16 de marzo de 1907, en las ciudades y aldeas de Finlandia se escribió una página de la historia de Europa. Todos los ciudadanos con 24 años cumplidos, desde los abuelos y las criadas, pasando por el arrendatario de la última cabaña de la Finlandia profunda, se encaminaron hacia los colegios electorales, muchos de ellos esquiando, para trazar una raya roja su casilla de preferencia de la lista electoral.
Finlandia era Gran Ducado, dependiente del imperio de Rusia desde 1809. Su único órgano representativo era la Dieta, de poder muy limitado, que sólo representaba a los hombres de las clases altas y que se reunía con poca frecuencia.
En Rusia, tras su derrota en la guerra contra Japón, se había agudizado la lucha política interna contra el poder imperial. El movimiento se extendió también a Finlandia, donde en octubre de 1905 estalló una huelga general. A consecuencia de los disturbios, el Zar se vio obligado a emitir un manifiesto en el que prometía instituir en Finlandia un parlamento basado en el sufragio universal y con facultades para supervisar la legalidad de los actos del gobierno.
Inmediatamente se comenzó a preparar la reforma parlamentaria, adoptándose desde el comienzo el principio de que el sufragio universal incluiría también a las mujeres. La Dieta se reunió para aprobar la reforma el 1 de junio de 1906, y decidió celebrar las primeras elecciones en la primavera del año siguiente.
«La mujer finlandesa, por las cuestiones de conciencia»
Fueron necesarios varios meses de preparación, pues la reforma parlamentaria significaba una revolución en todo el escenario político. Los partidos de la época, que no eran más que grupos de opinión y discusión, se organizaron para ejercer el poder político, y también se fundaron muchas nuevas agrupaciones.
En menos de un año se prepararon los colegios y las comisiones electorales, el sistema de escrutinio y la presentación de candidatos, y se asesoró a los ciudadanos sobre cómo ejercer su derecho electoral. Hubo que instruir en especial a las mujeres y abrirles los ojos a sus nuevas posibilidades.
¡Mujeres!
Se acerca el tiempo de las elecciones.
La mujer finlandesa es la primera de Europa a la que se le ha concedido el derecho a voto. Cumplamos con honor con el deber que ello implica. ¡Mujeres! Asegurémonos de que ninguna de nosotras falte cuando se elija la primera asamblea verdaderamente democrática de Finlandia. Una pesada carga caerá sobre los hombros de aquéllas que sin motivo se no acudan a votar a las elecciones.
Las principales cuestiones de conciencia que incumben a la mujer finlandesa son:
- El apoyo a la iglesia oficial
- La promoción de la decencia
- La promulgación de la ley seca
- La mejora de la situación de la mujer
Todos estos asuntos se debatirán en el Parlamento. ¡Hermanas! Levantémonos para limpiar la sociedad, para derrotar al enemigo de nuestros hogares.
– De la publicidad electoral de la Sra. Hedwig Gebhard –
Las primeras elecciones fueron un éxito. Votó el 70,7% del padrón y no se registraron irregularidades ni incidentes. La mayoría de los finlandeses estaba, como poco, moderadamente alfabetizada, y ya hacía años que en el país se había producido el despertar nacional, que alentó el surgimiento de organizaciones políticas y culturales.
Los resultados de las elecciones se conocieron unas semanas después. Los socialdemócratas se convirtieron en el partido mayoritario, al obtener 80 de los 200 escaños. El partido moderado y conservador de la Vieja Finlandia obtuvo 59 escaños, pero los partidos del gobierno no tuvieron éxito: el partido burgués progresista de la Nueva Finlandia obtuvo 26 representantes y el partido (de idioma) Sueco 24. La Liga Agraria, antecesora del actual Partido de Centro, consiguió 9 escaños y la Unión de Trabajadores Cristianos sólo 2.
En la primera legislatura fueron elegidas 19 mujeres (9,5%), la mayoría de ellas por el partido Socialdemócrata. En total se presentaron 62 candidatas. Puede considerarse que las mujeres consiguieron un excelente resultado el aquellas primeras elecciones, ya que antes de la II Guerra Mundial quedaron varias veces por debajo de esa cifra.
La primera legislatura sanciona la Ley Seca
La primera legislatura fue convocada en Helsinki a fines de mayo de 1907. La sesión inaugural se celebró el 25 de mayo, en el salón de actos del Cuerpo de Bomberos.
Se esperaba mucho de la nueva asamblea. Había en la atmósfera un fuerte sentimiento de identidad nacional y la euforia de la autodeterminación. El trabajo del Parlamento fue inaugurado por un hombre hasta entonces nunca visto en los círculos del poder.
La primera sesión fue presidida por el diputado de mayor edad, el arrendatario lapón I. Hoikka, que comenzó su discurso diciendo: «Como un simple campesino, que llega aquí desde los lejanos confines de Laponia…» e hizo un llamamiento a los diputados para que se esforzasen por lograr el consenso, pese a las diferencias o antagonismos ideológicos entre los partidos y a la enconada lucha electoral que dejaban atrás.
El primer período de sesiones duró tres meses. Entre sus principales logros se contaron la ley de jornada laboral para las panaderías y la Ley Seca, que prohibió las bebidas alcohólicas, reivindicación del movimiento obrero y de las mujeres. Sin embargo, dicha ley no entraría en vigor hasta una década después.
Quedaron sobre la mesa muchos proyectos, como las leyes de arrendamientos rurales, de comercio e industria, del seguro de incapacidad laboral y de vejez, así como la ley de educación obligatoria. Muchas leyes importantes no fueron aprobadas hasta después de la Independencia, en 1917.
El Zar, que tenía poder para sancionar las leyes, vio una amenaza en la ascendente actividad política de Finlandia y dejó muchas leyes sin sancionar. Los antiguos elementos reaccionarios que defendían la rusificación de las regiones autónomas del Imperio, ganaron el poder en Rusia.
En 1908, el Zar dictó un decreto que cambiaba el orden de tramitación de los asuntos de Finlandia en perjuicio de su autonomía. La medida provocó una tormenta de protestas que hizo que el Zar disolviera el Parlamento y convocara a nuevas elecciones.
El primer Parlamento, estuvo en activo menos de un año de su mandato de tres, una situación que se repitió varias veces durante el período autonómico y, hasta la declaración de Independencia, se celebraron elecciones parlamentarias casi todos los años.
Por Salla Korpela, abril de 2006