Pasea por el bosque. Recoge bayas y setas para comer. Encuentra un buen sitio para montar tu tienda de campaña y disfruta de un refrescante baño en un lago.
En muchos países, estas actividades solo serían posibles en un área recreativa designada o con el consentimiento del propietario del terreno. En Finlandia, sin embargo, no hace falta pedir permiso.
Gracias a la tradición del derecho de cada persona, los finlandeses disfrutan de amplios privilegios para acceder a la naturaleza prácticamente en cualquier lugar, con pocas limitaciones.
Una larga historia
El término «derecho de todos», que en los últimos años se ha sustituido por «derecho de cada persona», se acuñó en la década de 1930, pero el concepto es más antiguo y se ha desarrollado a lo largo de muchas generaciones.
En la época preindustrial, se trataba de obtener el sustento de la tierra. La recolección de bayas y setas permitía mantener cierto grado de autosuficiencia.
Isojako (la Gran Partición), una reforma agraria del siglo XVIII, estableció la propiedad de la tierra para zonas que antes eran comunes y no tenían propietarios designados. El número de personas sin tierra propia creció con los años. Era esencial que pudieran seguir utilizando las tierras de otras personas.
En los tiempos modernos, se destaca el uso recreativo de la naturaleza, pero incluso hoy en día, un ávido recolector puede ahorrarse mucho dinero recogiendo bayas en lugar de comprarlas en el supermercado.
Un mosaico de leyes
En la legislación finlandesa no hay una sola ley que abarque todos los aspectos del derecho de cada persona. En su lugar, varias leyes diferentes establecen los derechos de las personas en relación con la naturaleza.
Por ejemplo, un artículo del Código Penal establece que los apartados sobre robo no se aplican a la recogida de ramas caídas, piñas de abeto o nueces, ni a la recolección de bayas, setas o flores.
Un caso judicial de principios del siglo XX suele recibir atención como hito en el establecimiento de un precedente legal. Se trata de Ilma Lindgren (1883-1957), viuda y madre de tres hijos, que mantenía a su familia vendiendo productos en el mercado.
En septiembre de 1914, Lindgren y otras tres mujeres recogían arándanos rojos en los bosques de Ruokolahti, al sureste de Finlandia. El propietario de las tierras exigió a las mujeres que le entregaran su cosecha.
Lindgren se atrevió a llevar el caso ante los tribunales, incluyendo varias apelaciones. Aunque dos tribunales inferiores se pronunciaron a favor del propietario, el Tribunal Supremo declaró que «recoger bayas de la tierra de otra persona no es un acto sujeto a castigo».
Excepciones a la regla
El derecho de cada persona es bastante amplio, pero tiene sus límites, por supuesto. A quien mucho se le da, mucho se le exigirá, como dice el refrán.
No puedes invadir el jardín o el patio de nadie ni caminar por tierras cultivadas. No puedes molestar a la fauna, dañar los árboles ni recoger musgo o líquenes. Hacer fuego requiere permiso del propietario, y está totalmente prohibido si hay un aviso de incendio forestal en vigor.
Los parques nacionales y zonas protegidas adoptan restricciones más específicas para proteger el frágil entorno. Por ejemplo, el senderismo puede estar restringido a senderos señalizados o a épocas concretas del año.
Los derechos de pesca dependen del equipo que se utilice. La pesca con una simple caña y sedal, incluida la pesca en hielo, no suele requerir permiso, mientras que los métodos más sofisticados sí. La caza está regulada de forma más estricta.
Los vecinos nórdicos tienen tradiciones similares
El derecho de cada persona es una costumbre arraigada en Finlandia. Según Hannu Tiusanen, especialista de la Asociación finlandesa de actividades al aire libre Suomen Latu, la tradición está ampliamente aceptada, aunque hay propietarios de tierras que preferirían recibir una compensación por las personas que utilizan sus tierras.
Finlandia favorece el mantenimiento de la tradición. El país está poco poblado, con menos de 19 habitantes por kilómetro cuadrado (48 habitantes por milla cuadrada), y la tierra está dividida entre muchos pequeños propietarios. Uno de cada diez finlandeses posee tierras.
Suecia y Noruega tienen tradiciones bastante similares. Dinamarca está mucho más densamente poblado y los derechos de acceso son menos amplios.
En el fondo, se trata también de una cuestión cultural, como señala Tiusanen. Mientras algunos países destacan los derechos del propietario, los nórdicos hacen hincapié en los derechos de la comunidad, es decir, de cada persona.
Por Juha Mäkinen, agosto de 2024