Un salvavidas postal para las islas finlandesas remotas

El cartero Johan Simberg hace su reparto ya sea en barca, en hidrohelicóptero o incluso en patines de hielo.

Nos encontramos con el cartero Johan Simberg para descubrir el papel de conexión vital con el mundo exterior que sus repartos diarios representan para los isleños del archipiélago finlandés.

En una mañana brumosa, Simberg me recibe en una pequeña lancha motora en el puerto del Centro del Archipiélago de Korpoström, a dos horas de camino al sudoeste de Turku siguiendo una ruta de carreteras, puentes y transbordadores que va saltando de isla en isla. Le acompaño en su ronda, repartiendo cartas, periódicos y facturas a docenas de familias que viven en esta hermosa parte del laberíntico archipiélago del sudoeste de Finlandia.

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Fotografía: Fran Weaver

“Reparto el correo cinco veces por semana durante todo el año”, explica Simberg. “Para que esto sea posible en cualquier situación, tengo que recurrir a muchas clases de transporte diferentes, incluso un hidrohelicóptero, una moto de nieve, un vehículo todoterreno, un trineo lapón, esquís y patines de hielo”.

Algunas islas sólo están habitadas durante el verano, pero incluso en invierno el servicio postal finlandés garantiza los repartos diarios allí donde viva gente. Hoy, con un sol radiante sobre la multitud de islas verdes que salpican el azul del Báltico, la ronda de Simberg parece un crucero de placer. Pero cuando el viento sopla fuerte o las temperaturas de desploman a 20 grados bajo cero, hacer llegar el correo a las personas que viven todo el año en las islas se convierte en una heroica lucha individual contra los elementos.

Conexiones cruciales

Hay pequeños buzones convenientemente clavados a los embarcaderos de madera en todas las casas de las islas pero, mientras vamos llegando, los vecinos se acercan sin excepción a la orilla para saludar a Simberg. “Es posible que sea la única persona que ven durante semanas”, comenta. “Muchas veces me veo prestando servicios sociales además de traer noticias y correo”.

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Fotografía: Fran Weaver

Gracias a su fama de manitas dispuesto a ayudar, los isleños suelen pedir a Simberg que les ayude en trabajos de reparación, o a repartir otras mercancías que van desde comestibles hasta neveras o incluso bañeras de hidromasaje. Las visitas diarias del cartero del archipiélago resultan especialmente vitales para los vecinos más ancianos de las islas. Una vez Simberg tuvo que llevarse urgentemente a tierra firme a una isleña enferma en transbordador y llamar a una ambulancia para que fuese a buscarla.

“Me siento privilegiado de formar parte de las vidas de los isleños y proporcionarles esta conexión con el mundo exterior, aunque mi ronda puede alargarse mucho en verano, cuando todo el mundo quiere ofrecerme un café y charlar un poco”, explica.

Comunidades isleñas resistentes

En una época en que los servicios públicos cada vez se privatizan más y se espera que ofrezcan beneficios, Simberg tiene la esperanza de que el correo siga llegando a las comunidades aisladas: “Los isleños defienden a capa y espada su derecho a la asistencia médica, las escuelas y el correo, y los habitantes del archipiélago son buenos luchadores”.

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Fotografía: Fran Weaver

Casi todas las casas reciben el periódico local en lengua sueca. Aunque el 90 por ciento de los residentes locales son finlandeses de habla sueca, cada vez más personas de habla finlandesa han ido adquiriendo últimamente de veraneo en las islas. Algunos nativos lamentan que esto cambie la vida cultural local, pero Simberg da la bienvenida a los recién llegados: “Sin los veraneantes las islas podrían quedar despobladas, porque los vecinos jóvenes se trasladan al continente para estudiar y trabajar”.

En su vida anterior en el continente, Simberg, que actualmente tiene 61 años, era un actor famoso que aparecía en muchas producciones teatrales, cinematográficas y televisivas. En la actualidad, salta a la vista que disfruta del ritmo de vida más lento en este pintoresco archipiélago, donde se encuentra con ocas salvajes, focas y águilas en su ronda diaria: “En mi trabajo cada día es diferente. Tengo suerte de poder combinarlo con mi otra fuente de ingresos principal, construir barcas de madera”.

Después de siete años surcando estas aguas 300 días al año, normalmente solo, Simberg afirma con credibilidad que conoce cada roca, pero sigue preocupándose por su seguridad incluso cuando hace buen tiempo: “Siempre llevo el chaleco salvavidas y uso un botón de seguridad que para la lancha si me caigo al agua. A veces he perdido motores, remos, hélices y timones, pero nunca el correo”, explica con una gran sonrisa.

 

Por Fran Weaver, octubre de 2011