“Este pescado está riquísimo”, le digo a mi anfitrión. “Es lucio”, me responde. “Pescado en nuestro lago. Y todas las verduras y las lechugas son de nuestro huerto”.
Apenas hacía tres días que me había mudado a Finlandia, y allí estaba: nada menos que a la orilla de un lago rodeado de bosque.
Me encontraba en la cabaña de verano de la familia de mi amigo Risto, en Kirkkonummi, a 30 kilómetros de Helsinki. El lucio no es un pescado que me guste, pero aquel estaba delicioso. Quizá fuera la forma en que lo había preparado la madre de Risto, o la magia de estar en plena naturaleza.
Después de comer hubiera podido relajarme, pero había tareas para hacer. Como quería formar parte del equipo, pregunté: “¿Dónde hace falta rastrillar?”.
Cuando la naturaleza es la única distracción

No todas las cabañas finlandesas son tan rústicas. Algunas incluso disponen de jacuzzi y de muchas otras comodidades modernas.Foto: Joonas Linkola/Visit Tampere
Una semana después, otro amigo me invitó a pasar el fin de semana en la cabaña de su familia, en el archipiélago de las Åland, frente a la costa suroeste de Finlandia. A margen de las comidas, la limpieza, los baños en la sauna y dormir, no había muchas distracciones.
Así que hablamos un montón. Puede que sentarnos en las rocas lisas de granito para disfrutar de los paisajes costeros, respirar la brisa marina y bañarnos al sol ayudara a sacar al filósofo que todos llevamos dentro. Por supuesto, la mayoría de nuestras nuestras maravillosas ideas se nos olvidaron al abandonar la isla, pero la sensación se me ha quedado grabada.
La serenidad de un lago

Las largas horas de luz del verano finlandés permiten dedicarle mucho tiempo al ocio, ya se trate de observar las aves o de hacer arreglos florales.Foto: Terhi Tuovinen/Lapland Material Bank
Más tarde, pasé unos días en casa de Ari, cerca de Varkaus, en el este de Finlandia. Había una zona tranquila, cerca del lago, y nos pasamos horas descansando en el embarcadero, observando las aves y las nubes y dando de comer a los peces que se acercaban hambrientos. “Tengo que alimentar a mis mascotas”, me dijo. “Me adoran”.
Como su cabaña sólo era habitable en verano, durante el invierno nos quedamos a veces en la de otro amigo. Allí me inicié en el golf sobre hielo, un deporte fantástico, y también practicamos el esquí de fondo o pescamos en el hielo. A nuestro regreso, Mauri solía ofrecernos vino caliente preparado por él mismo para entrar en calor y un estofado de carne de alce procedente de los cazadores de la zona.
Las actividades al aire libre son un buen cambio

Si bien es verdad que una cabaña no faltan tareas que hacer, a muchos finlandeses esto les parece un buen cambio con respecto a su vida cotidiana. Foto: Harri Tarvainen/Lapland Material Bank
He tenido la suerte de visitar muchas casas de veraneo y casi todas se encontraban junto a un lago: con los 188 000 lagos que hay en Finlandia, hay costa de sobra y para todos los gustos. Todas las cabañas tenían sauna, ya fuera convencional o de humo. La mayoría eran sencillas, sin agua corriente ni electricidad (aunque los paneles solares son cada vez más habituales).
Las saunas requieren mucho mantenimiento: cortar leña, acarrear agua, reparar los embarcaderos, las puertas y las ventanas, limpiar el interior, sacudir las alfombras, limpiar los desechos, calentarlas, cocinar y realizar ciertas tareas estacionales, como recolectar bayas y setas. Y parece que a los finlandeses les encantan este tipo de trabajos.
Pero, ¿por qué la gente de un país tan desarrollado como Finlandia querría pasar su tiempo libre en unas condiciones tan rudimentarias? Ellos te dirán que necesitan salirse de la presión de sus trabajos exigentes y de la acelerada vida urbana. Buscan una escapada temporal de los plazos, las horas extras, los impuestos y los atascos. Adoran la naturaleza y les encanta pasar tiempo siguiendo las tradiciones de sus antepasados.
O puede que simplemente te respondan: “Es que las cabañas nos encantan y las necesitamos”.
Una relajación que sirve de terapia

La sauna es la principal actividad estival en casi todas las casas de campo.
Foto: Terhi Tuovinen/Lapland Material Bank
¿Que por qué he adoptado con tanto entusiasmo esta tradición finlandesa? Me resulta profundamente terapéutico relajarme en el campo. Me encanta nadar en las aguas cristalinas de un lago, flotar en una balsa, pescar y remar (o disfrutar mientras es otro el que rema). Además, me encanta pasear por los senderos forestales, escuchar los sonidos del bosque, respirar sus aromas e intentar identificar algunas de las cientos de especies de pájaros.
Pasar tiempo con los amigos descansando al aire libre, tomando café, conversando distendidamente, jugando a las cartas y compartiendo mesa, es una forma perfecta de conocerlos mejor.
Aunque no todas las casas de campo son tan rústicas. La casa de Teemu, por ejemplo, fue en otros tiempos una bulliciosa granja y ahora es una casa de veraneo. Sin embargo, sigue evocando el modo de vida de antaño. Hay viejos tractores y aperos de labranza por todas partes. Las numerosas habitaciones están decoradas con muebles de época e incluso el fantasma “residente” resultó ser muy considerado y evitó asustarme cuando me fui a la cama.
Guardo magníficos recuerdos de las casas de veraneo en las que me he alojado, cada una con su propio encanto. Todas me han gustado , pero teniendo en cuanta que en Finlandia hay más de medio millón, me temo que aún me quedan bastantes por visitar.
Por Russell Snyder, junio de 2025