A mediados de diciembre, la oscuridad y el frío reinan en Finlandia, sin excepciones. Cuando el país comienza su inmersión anual en el invierno, muchos finlandeses encuentran alivio en una santa.
Santa Lucía, una figura prestada de la tradición católica y ortodoxa, se viste de blanco y se coloca una sorprendente corona de velas altas blancas para cantar canciones antiguas que animan a la población a salir de su retiro invernal. La fecha más señalada es el 13 de diciembre.
Es lo más parecido que tiene Finlandia a una celebración de la realeza. Esta mujer especial, que simboliza a Lucía, una mártir italiana del siglo IV, sube a un pedestal. Se la corona, literalmente, y se le encomienda la tarea de prodigar alegría, música y luz dorada entre todo aquel que lo necesite.
Miles de niñas de todo el país también reciben las versiones caseras del característico vestido blanco de santa Lucía, junto con la típica corona de velas (hoy en día se tiene en cuenta las medidas de seguridad para los más pequeños y se usan «velas» a pilas). Cantan para su familia o para sus compañeros de clase en una tradición anual que ha ido evolucionando a lo largo de los años.
Decenas de miles de seguidores
El honor de ser elegida como «la que encarnará a santa Lucía este año» no pasa desapercibido para la mayoría de las niñas, muchas de las cuales sueñan con ser algún día la auténtica santa Lucía. Cientos de chicas con talento musical que rozan la veintena compiten por este prestigioso título.
Un jurado selecciona en otoño a diez finalistas que pasan a la siguiente ronda y en invierno se celebra una votación popular para elegir a la ganadora. El 13 de diciembre se corona a santa Lucía en la catedral de Helsinki y se organizan desfiles por todo el centro de la ciudad, mientras decenas de miles de espectadores bien abrigados la ovacionan y la saludan.
Durante más de sesenta años, la organización de la festividad de santa Lucía ha recaído en Folkhälsan, la ONG para fines sociales, y en el periódico de lengua sueca Hufvudstadsbladet.
La principal organizadora, Margaretha Wildtgrube, de Folkhälsan, explica que esta fecha se ha convertido en sinónimo de caridad, tanto desde el punto de vista literal como estético: «Santa Lucía tiene numerosas funciones cuyas raíces se remontan a siglos de tradición nórdica. Debe ser la «santa Lucía finlandesa de lengua sueca» y su obligación es ofrecer una experiencia hermosa y etérea».
Pero Wildtgrube apunta que «santa Lucía también tiene una responsabilidad social». Participa en la recaudación de fondos para ayudar a los niños que han sufrido la violencia en su hogares.
Transcurridas varias semanas después del 13 de diciembre, santa Lucía continúa repartiendo esperanza y alegría y visitando hospitales, orfanatos, guarderías y hogares de ancianos en el momento del año más oscuro en Finlandia.
Algo más que un nombre simbólico
Pero, ¿no estamos en el siglo XXI? ¿Por qué una costumbre tan antigua cuenta cada día con más adeptos mientras se producen espectaculares avances en la vida moderna? ¿Santa Lucía no ha cambiado desde sus inicios? «Santa Lucía no ha cambiado nada en lo esencial: el vestido blanco, el cinturón rojo y la corona de velas auténticas», explica Wildtgrube.
«Sin embargo, las virtudes que santa Lucía debe encarnar sí que han evolucionado. Antaño debía ser más bien una «chica callada», no tenía que eclipsar al resto de personas que estuvieran a su alrededor. Pero hoy queremos ver a una santa Lucía que sepa tratar con los medios y que se sienta cómoda entre el público y con todo lo que ello conlleva».
Según Wildtgrube, el valor de santa Lucía no se reduce al nombre simbólico, sino que reside en un sentimiento.
«Los diseñadores y los estilistas todavía no han explotado la figura de santa Lucía, ya que, en lo fundamental, continúa siendo una persona. Es el «pequeño formato» lo que hace que sea tan grande».
Por Mark B. Odom