Los cielos hablan: El extremo sur de Finlandia, un paraíso para los amantes de la Ornitología

Estamos en el Observatorio de Aves de Hanko, en el sur de Finlandia, donde nuestra reportera se ha reunido con el biólogo Aki Aintila y varios voluntarios, con el fin de seguir la pista a cientos de miles de aves migratorias y maravillarse con todo lo que los cielos revelan.

Un chochín gorjea en la aliseda. El biólogo Aki Aintila se detiene, mira instintivamente en dirección al sonido y localiza al pequeño pájaro posado sobre la rama nudosa de un árbol centenario.

Son momentos como éstos los que han definido su vida, arraigada en los viejos bosques del extremo más meridional de Finlandia. Estamos en la Reserva Natural de Uddskata, un lugar vital para los cientos de miles de aves migratorias que pasan por allí cada primavera y otoño. En el corazón de esta encrucijada natural se encuentra el Observatorio de Aves de Hanko, donde Aintila y su equipo llevan décadas estudiando sus patrones migratorios y descubriendo cómo los cambios medioambientales remodelan las rutas que recorren.

El sendero que atraviesa la reserva nos conduce hasta las paredes de madera roja del Observatorio de Aves de Hanko, situado en un saliente rocoso. El mar brilla a la luz del sol y un pinzón recorre el sendero a pequeños saltos. El rostro de Aintila se dulcifica al contemplarlo todo.

“Es como volver a casa”, dice.                   

En el corazón del Observatorio

En la imagen, una cabaña roja en el claro de un bosque del sur de Finlandia, rodeada de árboles desprovistos de hojas aún, a principios de primavera.

Cerca del observatorio hay una sauna y un lugar para que trabajen los anilladores de aves.

Halias, el Observatorio de Aves de Hanko, fue fundado en 1979 por Tringa, una asociación de Ornitología de la región de Helsinki, que adquirió la vieja cabaña de madera construida en los años veinte por una familia de pescadores, la misma que hoy sirve de centro para la observación y la investigación de las aves.

El interior es sencillo, pero funcional: una pequeña cocina con los electrodomésticos más indispensables y un dormitorio equipado con tres literas y estanterías repletas de libros de ornitología. La falta de agua corriente y el hecho de que, en lugar de ducha, haya una sauna para bañarse, subraya el encanto rústico del lugar.

En la penumbra del interior de la cabaña, una ventana parece enmarcar la hierba y el cielo iluminados por el sol.

En el Observatorio de Aves de Hanko, el seguimiento primaveral va de principios de marzo a mediados de junio, y el otoñal, de mediados de julio a mediados de noviembre.

En la imagen, la parte superior de una estantería repleta de archivadores y documentos y adornada con dos lámparas, figuritas de patos de madera, un cuadro con polillas disecadas y otros pequeños objetos decorativos.

El observatorio registra un mayor número de aves acuáticas que no temen cruzar el mar durante la primavera, mientras que en otoño la atención se centra en las aves terrestres y rapaces que llegan del continente.

Aintila saca pan de centeno y queso para almorzar, y la puerta no tarda en abrirse para dar paso a Pekka Mäkelä, que ha estado anillando pájaros, y a Juho Tirkkonen, funcionario de profesión, los cuales se ponen a hablar inmediatamente de los avistamientos del día, algo que resulta habitual en Halias.

La trayectoria de Aintila hasta llegar aquí comenzó en su infancia, cuando su abuelo le suscribió a una revista de naturaleza. En uno de los números apareció un artículo sobre la observación de aves, con una foto impresionante de un búho nival.

“Y así es como empezó todo”, recuerda.

Su fascinación por las aves desembocó en la carrera de Biología y, desde 2019, es observador a tiempo parcial en Halias, aunque puede decirse que pasa más tiempo en Hanko que en su casa de Helsinki.

Testigos de los cambios en el cielo

Un hombre mira a través de un telescopio desde una plataforma de avistamiento hecha de madera y piedra que se eleva por encima de las copas de los árboles que la rodean.

El sendero natural que conduce a la estación de observación y su torre discurre por la parte norte de la costa de Hanko.

Pero ha llegado la hora de trepar por las rocas y contemplar la lejanía. Aintila nos guía hasta una antigua torre de control de incendios de la Segunda Guerra Mundial, desde la que se divisa un paisaje impresionante, allá donde uno mire.

Se oye el sonido de mar, que golpea suavemente contra las rocas y a lo lejos se vislumbra Bengtskär, el faro más alto de los países nórdicos.

Las magníficas vistas revelan la presencia de éideres y patos de cola larga flotando en el mar, un águila de cola blanca que sobrevuela la zona y un calamón que nada cerca de la orilla. Estos avistamientos no son simplemente una rutina, sino que constituyen los datos de una historia de cambio mucho más amplia.

Una ilustración que muestra dos ejemplares de serreta chica: un macho de llamativo plumaje blanco y negro, y una hembra con plumas en tonos pardos y grises.

El patrón migratorio de la cigüeñuela (Mergellus albellus) ha experimentado cambios durante el periodo de seguimiento del observatorio, y ahora muchas más aves que antes pasan el invierno en la península de Hanko.

“Los avistamientos de serretas chicas han aumentado en este observatorio en más de un 800 % durante el periodo de seguimiento”, nos explica Aintila.

Décadas de seguimiento sistemático han revelado que las primaveras más cálidas están provocando que muchas especies migren antes, mientras que las migraciones otoñales se retrasan en ocasiones. Aintila apunta que este cambio de calendario perturba profundamente los ecosistemas. Las aves que llegan demasiado pronto pueden enfrentarse a olas de frío mortales, a causa de las cuales sus posibilidades de sobrevivir y anidar con éxito se ven mermadas considerablemente.

Un legado de observación

Redes de observación de aves cuelgan de unos postes de madera situados entre los arbustos de un saliente rocoso.

Cada año, alrededor de 700 anilladores se dedican a marcar más de 200 000 aves en Finlandia, mundialmente famosa por su gran comunidad de entusiastas de las aves.

Desde que se fundó el observatorio, los voluntarios han llevado a cabo un minucioso seguimiento de las aves, utilizando métodos estandarizados. Cada mañana, antes de que salga el sol e independientemente del tiempo que haga, un observador sube a la torre de control de incendios para contar las aves durante las cuatro horas que dura la observación. Las redes se abren durante cinco horas para el anillamiento ‒un método mediante el cual las aves se capturan con sumo cuidado para colocarles unas anillas livianas de identificación, tras lo cual son liberadas‒ y también para documentar las especies de las zonas marinas cercanas.

A veces el trabajo resulta agotador, cuando decenas de miles de aves sobrevuelan Hanko en un solo día o hay que anillar a miles de ellas en una jornada.

A pesar de los desafíos, Aintila rememora su asombro al presenciar migraciones extraordinarias, como la de este otoño, cuando pasaron más de 220 000 pinzones en un solo día.

“Iba con el piloto automático, sólo intentaba procesar lo que veían mis ojos y trasladarlo al papel. El shock me sobrevino después”, dice.

Varios ejemplares de éider que descansan en una playa rocosa, vistos a través de un objetivo.

En el observatorio de Hanko, la diversidad de especies de aves es notable. A finales de abril, se registraron allí 112 especies diferentes en un solo día.

Un hombre con ropa de abrigo posa recostado en un pino y mira riendo a la cámara mientras la luz del sol le ilumina el rostro.

Hay veces en que las condiciones meteorológicas para la observación de las aves son tan perfectas que, ante la posibilidad de que las bandadas puedan aparecer en el cielo, el sueño pasa a ocupar un lugar secundario.

Aintila vivió otro momento inolvidable en 2023. Al frente de un grupo de jóvenes observadores de aves, divisó un ave a ocho kilómetros de distancia, una especie antes nunca vista en Hanko.

“Me puse a gritar: ‘¡Un alcatraz! ¡Dios mío, hay un alcatraz! ‘”, recuerda entre risas.

Los alcatraces del norte son grandes aves marinas que destacan por su llamativo plumaje blanco, sus alas de puntas negras y su espectacular zambullida en picado. Por lo general viven en el Atlántico, por lo que su aparición en el Báltico fue una sorpresa rara y emocionante.

El ave permaneció a la vista el tiempo suficiente para que todos pudieran admirarla, antes desaparecer en el horizonte.

“Fue increíble”, añade Aintila, temblando aún al recordarlo.

Ecosistemas frágiles, dedicación constante

Ilustración que muestra un petirrojo de pecho naranja brillante, vientre blanco y alas pardas.

El petirrojo (Erithacus rubecula) es una especie de ave muy abundante en Finlandia, adonde llega cada primavera procedente del sur de Europa.

Caminando por el bosque que rodea la costa hacia el espigón de arena de Gåsörsudden, Aintila señala un petirrojo de llamativo pecho anaranjado y una collalba que está posada sobre una roca. Su capacidad de observación lleva décadas perfeccionándose.

Para Aintila, en la observación de aves confluyen el placer del descubrimiento y la alegría de la materialización.

“Ambos son aspectos universales de la observación de aves y creo que responden a cierto instinto primario de cazador-recolector”, explica.

Aintila se detiene a considerar la interconectividad de los ecosistemas. Más que una simple fascinación, las aves son un indicador de la salud del medio ambiente. Cuando un pájaro llega en el momento equivocado, puede alterar cadenas alimentarias enteras.

“Cada observación nos ayuda a comprender estos cambios”, añade al tiempo que levanta los prismáticos para otear el horizonte.

En el extremo de la península, una pareja de ostreros se posa cerca del agua. Aintila señala que el ostrero anillado más viejo que se conoce en Europa llegó a vivir más de 40 años. ¿Cuánto mundo habrá visto un ave tan pequeña?

Un tarro blanco nada en el extremo del banco de arena, mientras un charrán común vuela a ras del agua. Reconforta pensar que, si bien la sociedad y la tecnología no dejan de evolucionar, la observación de aves en Hanko se ha mantenido constante desde los años setenta y que los métodos tradicionales siguen siendo los más adecuados.

A principios de primavera, en un bosque lleno de agujas de pino y ramas desnudas, un hombre camina llevando al hombro un objetivo de observación de aves montado en un trípode.

Aki Aintila fue por primera vez al Observatorio de Aves de Hanko a principios de la década del 2000.

Se oye el graznido de un cuervo en la lejanía y Aintila sonríe.

Va siendo hora de volver.

Texto y fotos por Emilia Kangasluoma, junio de 2025

Ilustraciones  Eveliina Rummukainen