El paseo bordeado de pinos conduce a un edificio de madera. Detrás de los árboles se ve una valla tradicional sin pintar formando un cuadrado. A diferencia de lo que ocurre en muchos lugares de por aquí, la valla no sirve para mantener alejados a los renos, sino para capturar algo que no siempre puede verse con ojos humanos.
El aspecto de los edificios también es engañoso. Más de cuarenta personas, científicos e ingenieros de todo el mundo, trabajan aquí, en el Observatorio Geofísico de Sodankylä (SGO). Juntos tratan de comprender algo que los humanos solo podemos observar en el oscuro cielo polar: la aurora boreal.
Eija Tanskanen, directora del SGO, lleva más de 30 años estudiando las auroras boreales y las perturbaciones magnéticas en la atmósfera.
De niña se tumbaba en la nieve y se preguntaba qué eran realmente las auroras boreales. Antes de establecerse en Sodankylä, Tanskanen ocupó diversos puestos en tareas de investigación, docencia y dirección, por ejemplo en el Centro Goddard de Vuelos Espaciales de la NASA (NASA/GSFC), entre otros.
La ciencia ha hecho muchos avances desde los primeros años de Tanskanen, algo que nos ha beneficiado a todos. Los pasos de gigante que se han dado en las tecnologías de navegación –concretamente en brújulas y aviones– se deben al avance de los conocimientos sobre los campos magnéticos y sus perturbaciones.
«Ahora entendemos mucho mejor la atmósfera», afirma Tanskanen.
Comprender las auroras boreales está estrechamente relacionado con comprender los campos magnéticos. Las auroras boreales se producen a unos 100 kilómetros del suelo, en la atmósfera superior, cuando el viento solar arrastra tormentas magnéticas hacia la Tierra. Las auroras siguen los campos magnéticos de la Tierra. En las regiones septentrionales se llaman auroras boreales, y en las meridionales, auroras australes.
¿Qué ven los pájaros?

Ilustración: Annu Kilpeläinen
Fuera del observatorio, Tanskanen camina por la carretera arenosa. Sigue mirando hacia arriba para poder ver el cielo. Esa ha sido siempre su postura desde su más tierna infancia: escrutando el espacio.
Para su doctorado, Tanskanen estudió el balance energético del sol o, como ella lo define de forma más práctica, «el lugar del que las auroras boreales obtienen su energía».
El observatorio de Sodankylä, situado a 120 kilómetros al norte del Círculo Polar Ártico, en la Laponia finlandesa, ha servido de base para mediciones geofísicas científicas desde 1914.
En la actualidad, el observatorio es un departamento de investigación independiente de la Universidad de Oulu. Aquí se han medido los campos magnéticos de la Tierra desde su inauguración.
«Todo aquello que tiene que ver con la navegación o con desplazarse en alguna dirección, como los aviones y las brújulas, se basa en la medición de los campos magnéticos», afirma Tanskanen.
Los polos magnéticos son lugares donde los campos magnéticos son verticales. La Tierra tiene dos polos magnéticos, uno en el norte y otro en el sur. Las auroras boreales solo son visibles para el ojo humano alrededor de las zonas de los polos magnéticos cuando una tormenta solar azota el planeta. Las aves migratorias utilizan los campos magnéticos para navegar. Pueden ver los campos magnéticos como los humanos vemos las carreteras.
Próximas expediciones polares

Según Eija Tanskanen, Sodankylä ofrece las condiciones perfectas para estudiar las auroras boreales.Fotografía : Sabrina Bqain
La comunidad científica geofísica tiene un problema. La ubicación de los polos magnéticos está en constante movimiento, y actualmente se desconoce su localización geográfica exacta. Los polos magnéticos no coinciden con los polos geográficos y, en este momento, deben estar separados por unos 500 kilómetros.
El conocimiento insuficiente sobre la ubicación de los polos magnéticos provoca imprecisiones en la navegación, especialmente en las zonas polares.
«Sabemos que el polo norte magnético abandonó el Archipiélago Ártico Canadiense a finales del siglo pasado y que está deambulando por algún lugar del Océano Ártico en dirección a Siberia», afirma Tanskanen.
Para solucionar el problema, es preciso salir al encuentro de los polos magnéticos errantes. En septiembre de 2025, una expedición polar partirá de Sodankylä hacia un lugar desconocido en mitad del Océano Ártico para encontrar el polo norte magnético de la Tierra.
En febrero de 2026 se realizará un viaje similar hacia el sur.
«Los exploradores no saben dónde está el polo, ni cuáles serán las condiciones que se encontrarán».
Los exploradores podrían tener que esquiar o incluso nadar para llegar al polo. Por si esto fuera poco, no basta con determinar la ubicación exacta del polo. Los exploradores deben dar a conocer dicha ubicación de algún modo a las gentes de todo el planeta desde el mismísimo confín del mundo.
«Aún no sabemos cómo lo haremos», dice Tanskanen.
Lo que es seguro, sin embargo, es que los equipos más importantes para estas expediciones se fabricarán aquí, en Sodankylä. Por ejemplo, una brújula especial, en forma de bola, que apuntará hacia abajo, a la ubicación exacta del polo magnético.
Conectado al universo
Alrededor de la zona del observatorio, unas casetas rojas albergan magnetómetros que miden la magnitud, la potencia y la dirección de los campos magnéticos. Conectan Sodankylä con el mundo.
«En realidad, con todo el universo», corrige Tanskanen.
Aquí, el sol no se pone nunca en verano, mientras que en invierno solo hay unas pocas horas de luz. Estas condiciones extremas de luz hacen de Sodankylä y la región de Laponia un excelente destino turístico para quienes deseen ver auroras boreales, pero también un lugar ideal para la investigación geofísica.
«Cada vez que alguien se pregunta por qué queremos hacer ciencia en la periferia, yo respondo que este tipo de ciencia tiene que hacerse en un lugar donde se oigan las voces de la naturaleza por encima de las voces de la gente», afirma Tanskanen.
Se avecinan buenos años

Ilustración: Annu Kilpeläinen
Tanskanen tiene una fantástica noticia para todos los que sueñan con ver auroras boreales: a partir de 2025, la cantidad de auroras boreales irá en aumento hasta 2028.
Esto se debe a que el sol va a poner cara de enfadado. Suena más siniestro de lo que es, explica Tanskanen.
El ciclo solar ha llegado al punto en que hay grandes manchas solares en la superficie del Sol. Una mancha solar puede tener el tamaño del planeta Júpiter.
«La radiación solar es cíclica. El ciclo más comúnmente conocido es de 11 años, pero hay otro de 22 años. El polo norte y el polo sur del Sol se intercambian de sitio cada 11 años, de modo que el norte es norte y el sur es sur cada 22 años».
Tanskanen muestra una foto: Al principio de cada ciclo, el sol tiene un color amarillo más o menos uniforme. Alrededor del cuarto y el quinto año del ciclo, la superficie se llena de pequeños puntos.
«Se parece al momento justo antes de que el agua rompa a hervir en una olla, en que se ven muchas burbujas pequeñas en el fondo», ilustra.
En 2025 estamos cerca de ese punto. El sol está a punto de hervir; las pequeñas manchas solares burbujean y algunas estallan y escapan de él. Cuando estas burbujas se topan con la atmósfera y el campo magnético de la Tierra alrededor de los polos norte y sur, aparecen las auroras boreales.
En 2025, las auroras boreales deberían ser bastante sencillas y de color verde. Alrededor de 2026-2028, es decir, durante los años sexto y séptimo del ciclo solar, el número de manchas solares alcanzará el punto máximo.
Es entonces cuando empezarán realmente las tormentas, dice Tanskanen.
«Y es entonces cuando decimos que el sol tiene cara de enfadado. Parece que está haciendo muecas. En ese momento, habrá más auroras boreales, y adoptarán formas y colores más complejos, como el rojo y el azul».
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Texto Anna Ruohonen, ThisisFINLAND Magazine